En Tula, hermoso país mexicano, era gobernante
único Quctzalcoatl. Este dios tolteca, a quien rendían pleitesía sus súbditos,
procedía de un lugar misterioso, situado en el Oriente, en el que se formaban
las nubes y las tormentas. Ese lugar era Tlapallan. Quetzalcoatl, sin embargo,
no se acordaba de Tla,pallan. Vivía feliz en Tula y no era su deseo el de
marcharse. Mas un día, que a la postre sería aciago para Quetzalcoati, bajó de
los cielos deslizándose por un finísimo hilo de araña un enigmático personaje
llamado Tezcatlipoca, el cual no tenía por afán sino el de reinar en Tula luego
de destronar a Quetzalcoatl. Para ello, y creyendo que podría derrotar al dios
gobernante merced a cierto hechizo, se transformó en un viejo chamán y se
presentó ante el rey ofreciéndole un licor de la inmortalidad.
Quetzalcoatl probó de inmediato el licor que
le ofreciera el recién llegado en una lujosa copa. Al momento enloqueció,
apoderándose de él la ansiedad de regresar a su oriental país de origen;
dominado, pues, por tan vesánico deseo, se puso en marcha, no sin antes arrasar
el hermoso país de Tula que él mismo embelleciera gracias a sus conocimientos
arquitectónicos. Hizo que fueran destruidos los palacios y las más bellas
edificaciones; mandó talar los montes y arrasar los jardines, y al cabo llevó
consigo a las aves cantoras que tanto alegraran aquellos confines.
Eligió a varios compañeros para su periplo, y
junto a ellos partió hasta llegar a Quantilititlam, en el Anahuac; allí descansó
la comitiva al amparo de la sombra ofrecida por un muy frondoso árbol, y
Quetzalcoatl pidió un espejo. El dios quedó profundamente entriste-cido al ver
lo mucho que envejeciera por haber tomado el licor de la inmortalidad. Al cabo
reanudaron la marcha; antes, sin embargo, y llevado de la intención de dejar un
recuerdo de su paso por aquella ruta, Quetzalcoatl tiró varias piedras contra
el tronco del árbol, las cuales quedaron allí incrustadas.
Más tarde llegó la comitiva hasta una gran
roca, en donde el dios y monarca decidió hacer un nuevo alto. Allí, contra la
dura roca, lloró desconsoladamente Quetzalcoatl; se lamentaba, sobre todo, de
haber tomado en tan mala hora aquel licor causa de todos sus males. Cuando dio
en reincorporarse vio que habían quedado grabadas sobre la roca las huellas de
sus manos y de sus lágrimas. Antes de partir dio a ese lugar el nombre de
Temacpalpe.
Varias jornadas después llegó Quetzalcoatl a
la orilla de un caudaloso río que le cortaba el paso. El dios levantó entonces
un puente de piedra, al que dio el nombre de Tapanoaya. Mas de inmediato topó
con tres hechiceros que tenían la pretensión de impedir su marcha, pero que al
no ser capaces de hacerlo pidieron al dios que les instruyera en las artes
empleadas para levantar aquel puente de piedra, así como en las de trabajar los
metales y las de labrar ,las mismas piedras. El dios y rey, por toda respuesta,
se despojó de las joyas que lucía y las arrojó a un manantial. Por sí solas se
transformaron en puentes.
A través de valles y de montañas siguió
Quetzalcoatl su viaje, dando nombre a todos los lugares por donde pasaba, y
dejando su largo camino señalado merced a prodigios diversos, tales como un
juego de pelota en cuyo centro marcase una raya, que era una profunda grieta en
la tierra.
En su periplo hacia el Oriente llegó a
Cholula. Allí, encantado con el lugar, permaneció por espacio de veinte años,
instruyendo a los habitantes del lugar en todas las artes en las que era
diestro, tal y como antes lo hiciera con sus súbditos de Tula. Levantó allí, al
cabo, un gran imperio colonial, que se extendía a lo largo de Tabasco, de
Campeche y del Yucatán. Por doquier los habitantes de aquellas tierras le
rendían culto como dios supremo y erigían en su honor monumentos y estatuas, de
entre los que cabe destacar la pirámide de Teocali.
Pasados los veinte años de su estancia en
Cholula, continuó el viaje Quetzalcoatl hacia su país de origen y llegó a la
costa. Allí, en la provincia de Coatzalcoalco, en el lugar conocido como
«guarida de la serpiente», hizo una balsa trenzada con serpientes y se perdió a
lo lejos, más allá de la línea del horizonte, ignorándose al poco su posición
en el mar. Antes de partir envió a Cholula a cuatro jóvenes que antes le
acompañaran desde esta misma ciudad, y les encargó que predijeran su vuelta al
país en un tiempo futuro.
Por eso los habitantes de México, cuando llegó
Hernán Cortés, le tomaron por Quetzalcoatl, que regresaba en cumplimiento de su
promesa, y no opusieron resistencia.
0.063.3 anonimo (mexico) - 023
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