(tradición en que el autor halaga pantorrillas o vanidades como candidato
que anda a pesca de votos para calzarse una
diputación al próximo congreso)
Entre el segundo marqués de
Santiago, don Dionisio Pérez Manrique y Villagrán, y el primer conde de
Sierrabella, don Cristóbal Mesía y Valenzuela, había, por los tiempos del
virrey conde de la Monclova, una enemistad de mil demonios. El título del primero
databa desde Felipe IV, y el del segundo desde Carlos el Hechizado; apenas treinta años de distancia entre la nobleza del
uno y la del otro.
La guerra era, digámoslo así,
de casa a casa; asunto de pergaminos más o menos amarillentos, y de un arminio,
roel o dragante de más o de menos en el escudo de armas.
A no ser los jefes de ambas
casas hombres que ya peinaban canas, de fijo que habría llegado la sangre al
río. Por mucho menos ardió Troya.
Un día (que por más señas fue
el 8 de septiembre de 1698), todo lo que Lima encerrabá de aristocrático estaba
congregado en la iglesia de San Agustín para oír el sermón panegírico que, con
motivo de la fiesta de la Natividad de lá Virgen, debía pronunciar uno de los
frailes pico de oro que abundaban en ese convento, foco de hombres de gran
saber y de portentosa elocuencia.
Terminada la función, el señor
de Sierrabella subió a su carruaje, y queriendo de paso hacer una visita a la
condesa de la Vega del Ren, doña Josefa Zorrilla de la Gándara, dio al fámulo
la orden correspondiente. Al doblar éste la esquina de Lártiga, se halló de
sopetón con el carruaje del marqués de Santiago, también en actitud de torcer
la bocacalle de Lescano. Ambos cocheros detuvieron las bridas, y el del conde
dijo al otro:
-¡A la izquierda, negro bruto!
-¡Déjame la derecha, negro
chicharrón! -contestó el auriga del marqués.
Y los dos macuitos siguieron insultándose de lo lindo.
Los amos asomaron la cabeza
por la portezuela y, al reconocerse, dijeron a sus esclavos:
-No cedas, negro, porque te
mato a latigazos.
Y siguió el escándalo, y cuantos
nobles salían de la iglesia rodearon las portañuelas de los coches.
Allí estaba don Juan de
Mendoza e Hijar, segundo marqués de San Miguel, en cuyo escudo de gules lucían
las barras de Aragón y los eslabones de Navarral[1];
don Alonso Pérez de los Ríos y Rivero, vizconde de San Donás, que era título de
Flandes y no de Castilla; don Luis Ibáñez de Segovia y Peralta, marqués de
Corpa, que por Peralta tenía escudo de gules, cuartelado en cruz con un grifo
de oro; don Juan de LTrdánegui, marqués de Víllafuerte, con su escudo cortado,
en oro y plata, con bordura de gules; don Nicolás Dávalos de Rivera, conde de
Santa Ana de las Torres, que por Dávalos ostentaba escudo partido, en gules y
oro; don José Hurtado de Chávez, conde de Cartago, con las cinco llaves de
azur, en campo de oro, blasón de los Chávez; don Francisco León y Sotomayor,
marqués de Celada de la Fuente, que traía león de gules, linguado y rampante,
en campo de plata; don Pedro Carrillo de Albornoz, conde de Montemar, con su
escudo partido a mantel, castillo de oro, en gules, y banda de sinople en oro;
don Jerónimo Velazco y Castañeda, marqués de Villablanca, cuyo escudo cortado
tenía en el primer cuartel; en plata, seis barras de azur, y en el segundo,
cinco calderos de sable, en orla de plata; don Luis Santa Cruz y Padilla, conde
de Lurigancho, luciendo la espléndida divisa de los Santa Cruz; escudo
tronchado, el primer cuartel en sinople, con castillo de oro y pendones de
plata y gules; el segundo, en azur, con castillo de plata y cruz llana de gules
en el homenaje; en el cuartel inferior, también en gules, tres cabezas de
moros, y en la orla de plata, este mote: Por
el amor de la cruz se ganó la torre; don Francisco Delgadillo y Sotomayor,
marqués de la Puente, que por Delgadillo ostentaba siete estrellas de plata,
en campo de azur, y ocho calderos de sable en bordadura de oro; don Juan Arias
de Saavedra, marqués de Moscoso, que por Arias tenía escudo a mantel con dos
cuarteles, en plata, con la cruz llana de Montesa en el primero y un águila, de
sable, explayada en el segundo, y por Saavedra, escudo de plata con escaques o
jaqueles de oro y gules, bordura de gules con ocho aspas, y don Francisco
Ramírez de Laredo, conde de San Javier, de quien, antes de proseguir, y por si
no se me vuelve a presentar oportunidad de nombrarlo, quiero contar una
agudeza.
Parece que el señor Ramírez de
Laredo andaba algo retrechero para arreglar con sus hermanos unas cuentas
testamentarias, y que éstos le tenían, para exigírselas, más miedo que a un
tigre, pues el señor conde era de un geniazo y de una soberbia como va no se
usan. Los Ramírez de Laredo tenían una hermana, fea como una maldición, siempre
desgreñada y sucia, tartamuda y tonta para colmo de desdicha. Ésta firmó una
carta o memorial de cuatro pliegos, abundante en quejas y recriminaciones, a
que contestó el mayorazgo con este billete que, al pie de la letra, copio de su
original:
«Señora mía y hermana: El más
ruin cochino rompió el chiquero. -Besa a V. las manos, si por casualidad se las
ha lavado. -El conde de San Javier y
Casa-Laredo."
Volvamos a la cuestión de los
coches.
Iban los caballeros cuyos
nombres he apuntado y otros tantos que no estoy con humor para mencionar, de
uno a otro lado, proponiendo partidos para allanar el conflicto; pero el asunto
no admitía más soldadura que la de tomar uno de los contrincantes por la izquierda,
y precisamente en eso estaba el quid.
-Yo no me muevo -decía el de
Santiago, repantigándose en el asiento de terciopelo verde con rapacejos de
oro, sacando la caja de rapé con borlas de brillantes, y sorbiendo con deleite
una narigada de macubá legítimo.
-Aquí me planto -decía a su
vez el de Sierrabella, encendiendo un riquísimo puro en el mechero de Cuamanga
con esmeraldas y rubíes.
Una hora llevaban va de gresca,
y ambos revelaban firme propósito de mandar a su casa por la comida y aun de
vivir en plena calle hasta la semana de los tres miércoles. Y habrían ido
adelante con su tema si el «condesito de San Donás, que era mozo de salidas y
expedientes oportunos, no les dijera:
-Pero, señores, esto es una
majadería, a la que conviene poner término. Quédense los coches como están, y
vamos donde el virrey para que él decida el caso.
Hubo de parecer a todos sesuda
la idea; apeáronse los rivales, y el de Sierrabella, con la mitad del grupo,
tomó por la calle de Lártiga para palacio, a la vez que el de Santiago, con sus
amigos, se dirigía al mismo punto por la calle de Lescano.
En palacio se aumentó el
cortejo con cuanto noble de apellido encerraba Lima. Solo dejaron de presentarse
los paralíticos a los que con la extremaunción. Se trataba de materia en que a
toda pantorrilla hidalga le iba, por lo menos, el color de la liga.
Acudieron los Aliaga con su
escudo de plata y una mata de alíaga florida en medio de dos osos; los de La
Puente con su castillo de tres torres en campo de oro, puente de tres arcos
defendido por dos leones de gules y la leyenda: Por pasar la puente me pondré a la muerte; los Prieto, con su
escudo partido, el primero en azur con león de oro, y el segundo en oro con
águila de gules; los Silva con su león de gules coronado y linguado, en campo
de plata; los Aguilar con su águila imperial de sable en campo de oro; los
Aldana con sus tres coronas de oro y espada de plata en campo de sinople; los
Rojas, con sus cinco estrellas de azur en fondo de oro; los Varela con su
escudo de gules, cortado, seis barras de sinople en la parte superior, cuatro
flores de lis de oro en la inferior, y cadena de oro con cándado; los Vera con
su águila coronada, en campo de plata y el mote: Verias vincit; los Pando con su espada de plata en campo de
gules, teniendo un pan de oro en la punta y seis panecillos a cada lado; los
Villamil con su cruz negra, en campo de oro, y el lema: Avante con la cruz delante; los Díaz con su corneta de oro en campo
azur; los Oliva con su lechuza en campo de plata; los González con su castillo
de oro en gules; los Carvajal con su banda de sable en campo de oro; los
Cárdenas con sus dos lobos pasantes en oro; los Novoa con su águila de oro, castillo
de plata y león de gules; los Pereira con su escudo tronchado cruz roja en
planta, y las quinas de Portugal en azur; los Escalante con su león de plata en
campo de gules y el mote: Osar morir, dar
la vida; los Alvarez con su lobo al pie de un tronco; los Elizalde (palabra
que en vascuence significa cerco de la
iglesia) con su león rampante en gules y tres fajas de azur en oro; los Fonseca
con sus cinco luceros de gules en oro; los Gaviria (que quiere decir ahora es de noche) con su gavilán que
lleva un gallo entre las garras; los Idiáquez con su toro de plata al pie de un
árbol; los Salazar con sus trece estrellas de oro en campo de gules, armas
dadas por don Alfonso XI a Lope de Salazar en premio de haber muerto en desafío
a un gígante moro que vestía marlota colorada con higas de oro; los Ramírez con
su león línguado grimpante a una encina y barra de gules con dos dragantes en
sinople; los Salinas con su castillo de plata en oro y dos leones de gules; los
Carranza con su lobo de sable y castillo de plata en campo de sinople; los
Román con su bastón de gules y cuatro flores de lis de azur en campo de oro;
los Ibarrola con sus tres fajas de gules en campo de oro y el mote: Ave María; los Goyeneche con su escudo
ajedrezado de quince escaques de plata y quince de gules: los Zavala (palabra
que en vascuence significa ancho) con sus tres fajas de gules fileteadas de oro
en campo de azur; los Roca con su guijarro de oro en campo de azur; los Osma
con su león de gules coronado en plata, dos espadas cruzadas y una flor de lis
sobre gules; los Aramburu (que significa cabeza
de ciruelo en vascuence) con su castillo de azur en campo de gules y
losanges de oro y plata; los Roncal con la cabeza ensangrentada del rey
Abderraman en campos de azur; los Iriarte (que en vasco significa hasta la ciudad) con su escudo
cuartelado en cruz con las barras aragonesas, cádenas de Navarra, árbol y lobo
pasante; los Oquendo con sus dos cabezas de dragones, torre, corona regia y la cifra OQ , todo en oro sobre
azur y gules; los Aparicio con su estrella de oro, castillo dé gules, cruz de
Calatrava y león rojo; los Quiñones con sus quince escaques, ocho en gules y
siete en plata; los Tudela con sus dos torres en sinople y seis bandas de azur
en oro; los Nena con lebrel atado a un árbol y dos dragantes sobre banda roja
en campo de azur; los Gándara con su ninfa con espada desnuda y rodela a la
puerta de un castillo; los Quiroga con su águila de oro en azur; los Caviedes
con su castillo de plata en sinople; los Recalde con sus seis manzanas de oro
en azur; los Cavero con sus dos campanas de plata en gules; los Bermúdez con
sus jaqueles de oro y sable; los Arrese con su escudo de cuatro cuarteles con
castillo, árbol, oso, lobos, luna y estrellas; los Coloma con sus dos garzas
blancas en campo de oro; los Morote con sus tres estrellas de oro, espadas,
torre, monte, río y cisne; los Osorio con sus dos lobos linguados en campo de
oro; los Pastor con su torre de gules en plata coronada por un águila; los
Domínguez con su estrella de oro de seis puntas en azur; los Figueroa con sus
cinco hojas de higuera en oro; los Martínez con su paloma sobre un árbol y las
quinas portuguesas; los Riquelme con su yelmo de plata en campo de gules; los
Unzueta con sus tres lobos sobre oro y la leyenda: Todos magnáninos, en bordura de gules; los Zúñiga con su banda de
sable en plata con la cadena de Navarra por orla; los Esparza con su sol de oro
atravesado por flecha en gules; los Molina con su rueda de molino en campo de
azur; los Viana con su águila de sable en oro; los Mollinedo con sus diez y
seis crucecitas de gules en campo de oro; los Oviedo con sus dos águilas en
azur, sosteniendo un cáliz de oro y encima la cruz de Ovie.do; los Sanz con las
barras de Aragón en oro y medio vuelo de gules; los López con su estrella de
oro, jinete en caballo blanco, león de gules v castillo de plata; los Zevallos
con su leyenda: Ardid es de caballeros,
zeballos para vencellos; los Paredes
con su laurel, castillo de plata y jabalí encadenado; los Jiménez con su
escudo de cuatro cuarteles, dos en oro y dos en gules, con tres fajas de azur
los primeros y tres espadas de plata los otros; los Rada con su Cruz de
Calatrava sobre oro; los Soria con su barra volteada en forma de N, dragantes y
cuatro estrellas de oro en azur; los Escudero con su espada de plata en cuva
hoja se lee Sine dolo; los Rebolledo
con sus tres troncos de árbol sobre oro; los Guerrero con su banda de oro, con
dragantes de sinople en gules, y por mote en letras de oro el de los Garcilaso
de la Vega: Ave María gratia plena; los Vives con su mata de siemprevivas en
campo de plata; los Zorrilla con su encina de sinople, dos lobos pasantes
rojos en campo de plata y la leyenda: Se
ha de vivir de tal suerte, que vida quede en la muerte; los Mazo con la
maza ensangrentada en azur; los Benites con sus dos lobos de sable, linguados y
empinantes a una encina en campo de oro; los Villalba con su torre de plata en
azur; los Sosa con su burelado de plata y gules; los Tovar con su banda de oro
sobre azur engolado de dos dragantes; los Benavente con sus cinco leones en
plata equipolados con cuatro castillos en gules; los García con su leyenda: De García arriba nadie diga; los Andrade
con su banda de oro sobre sinople engolada de dos grifos; los Angulo con sus
cinco bezantes de sinople en sautor sobre campo de oro; los Romero con sus tres
bastones de oro en gules; los Arteaga (voz que en vascuence significa rama de encina) con sus dos calderas
jaqueladas de oro y sable y banda de oro con dragantes de sinople; los Acuña
con sus nueve cuñas de azur sobre oro y cinco bezantes de plata en sautor; los
Terán con sus dos estrellas de gules entre barras de azur y oro; los Oliver con
su olivo de sinople en oro; los Arzola con sus tres áncoras en azur y torre de
oro sobre sinople; los Vivero con sus cinco custodias y león coronado sobre un
puente; los Valdivia con sus dos serpientes enroscadas y la leyenda: La muerte menos temida da más vida; los Palacio
cuyas armas son dos doncellas bailando con dos mancebo, en campo de sinople; los
Lucio con su gran estrella de oro sobre azur; los Pimentel con sus cinco
conchas de plata en sinople; los Gayangos con sus cinco espadas de plata sobre
sinople y oro; los Saravia con sus tres fajas ondeadas de oro y azur; los Rivas
con su cruz de oro floreado de gules; los Mendiola con su árbol en sinople y
dos lobos pasantes en oro; los Bolaños con su cordero engulléndose un bollo sobre
sinople; los Basurto con sus cinco panelas de oro sobre gules; los Velarde, en
cuyo escudo partido a mantel hav una serpiente y un caballero que la atraviesa
con su lanza, una doncella que presencia la escena y en orla de plata el mote:
Éste es el Velarde que a la sierpe mató y
con la infanta casó; los Pancorbo con
sus cinco armiños de sable en sautor sobre campo de plata; los Ovalle con
sus tres barras de azur y tres espadas en oro; los Iraola con sus trece
corazones o panelas de plata y león de gules en campo de ora; los Freire con
su banda de gules con dragantes de oro sobre sinople; los Villacorta con sus
nueve roeles de Oro sobre azur; los Bejarano con sus cinco cabezas de sierpe de
oro sobre plata; los Moya con su escala de oro en gules y veros de plata y
azur; los Cámara con un corazón atravesado por una saeta sobre oro; los Urrutia
(que en vasco significa lejano) con
su cruz llana de sinople y cinco panelas de gules en sautor; los Chaparro con
su castillo de plata sobre gules y una encina sobre oro; los Guerra, en cuyo
escudo en oro había una bandera con este lema, en plata: ¡A la guerra!; los Burguillos con una flecha de oro sobre gules;
los Palomeque con sus palomas en azur y bordura de gules; los Arriola con sus
tres panelas verdes en gules; los Menéndez con sus ocho rosa, y tres bandas de
azur en plata; los Navarrete con su campana de sinople en campo de plata; los
Barrios con sus dos perros atigrados y dos castillos de oro sobre sinople; los
Pol con sus siete estrellas de gules sobre oro y la divisa: In motu lumine; los Zárate con sus cinco panelas de gules en
sautor y un águila en campo de oro; los Ron, en cuyo escudo había un soldado
tocando una trompeta a la puerta de un castillo; los Mora con su morera de
sinople sobre plata; los Chamorro con sus dos lebreles atados a un árbol sobre
oro; los Prada con sus cinco tizones encendidos en gules: los Oyarzábal (que
significa cama ancha en vascuence)
con su jabalí empinante a un árbol de plata sobre gules luciendo en la hoja
este mote: A el valor y la lealtad;
los Barrenechea (que en vasco significa casa de adentro) con su castillo de
plata y dos leones grimpantes en gules; los Feliú con su cruz de Calatrava en
oro; los Alcover con sus tres fajas de azur sobre oro; los Sánchez con sus dos
calderas de oro y torre con bandera blanca en el homenaje; los Colmenares con
su escudo mantelado con nueve roeles
de oro en sinople, cuatro bandas de sable en plata y cinco flores de lis en
oro; los Cobíán con su manojo de ortigas y cinco flores de lis en oro; los
Irigoyen (en vascuence ciudad de arriba)
con su apóstol San Juan sobre plata y tres torres de oro sobre gules; los
Medina del Campo con sus trece roeles de plata en campo de azur y el mote: Ni del Papa beneficio, ni del rey oficio;
los Egusquiza (voz que signifíca debajo
del sol ) con su lobo pasante y cuatro barras de gules; los Retes con su
cruz de Portugal sobre plata y la leyenda: Para
siempre jamás; los Dávila con sus seis bezantes de oro sobre azur; los Ríos
con sus dos fajas de azur ondeadas sobre oro y cinco cabezas de serpiente en
bordura de plata; los Villar con su ajedrez de diez cuadros de plata y diez de
sinople; los Ariza con su ajedrez de diez cuadros de oro y diez de plata; los
Aguirre con su leyenda: Piérdase todo y
sálvese la honra; los Echenique (palabra que en vascuense significa no tengo casa) con su escudo ajedrezado
de plata y sable; los Mújica (durazno
en vasco) con un oso de sable sobre plata; los Vivanco con su castillo de oro
en campo de azur y la divisa: Son las armas
del vencido; los Sandoval con su banda de sinople sobre oro; los Cueto, con
sus diez flores de lis de oro en campo de azur; los Barca con su torre de plata
sobre azur y la leyenda: Por la fe moriré;
los Barrantes con sus grifos engolados sobre gules; los Castelbravo con su muy
historiado escudo, en el que se ve un artillero a la boca de un cañón y este
mote: Si muero en la llama, viviré en la
fama; los Cisneros con sus jaqueles de gules y ero y dos cisnes de plata
con corona al cuello: los Vidaurre con su faja de azur sobre oro; los Vergara
con su leyenda: Según mis obras; los
Núñez con sus cinco flores de lis sobre oro; los Orellana con sus diez roeles
de azur sobre plata; los Arcilla con su pantera de oro sobre unos peñascos; los
Centeno con sus cinco manojos de espigas sobre sinople; los Tejada con su
castillo de oro con bandera blanca y en ella una cruz de gules sobre sinople;
los Mansilla con su escudo de cuatro
cuarteles, luciendo en el principal un cacique con cadena al pescuezo; los
Menacho con su cáliz de oro sobre gules y el mote: Nosotros lo llevamos porque lo ganamos; los Rubio con su árbol
sobre el cual hay una corona; los Rotalde con su escudo verado de plata y
sable; los Ferreira con sus seis menguantes de plata sobre azur; los Ibáñez con
su ballesta de plata sobre azur; los Padilla con tres palas de horno sobre
azur; los Jimeno con tres lobos en sautor sobre plata; los Garcés con su divisa
Credlo, que de infante viene; los
Odriozola con sus torres de plata sobre sinople y dos árboles sobre plata; los
Sarmiento con trece roeles de oro sobre gules; los Gómez con sus tres fajas de
sable sobre plata; los Agüero con su león llevando una bandera; los Vázquez con
sus seis roeles de azur sobre oro; los Alfaro con su menguante de plata sobre
azur; los Ugarte con un jabalí sobre oro; los Somonte con seis luneles de gules
sobre oro; los Anduaga con su grifo rampante de gules; los Ruiz con su encina
de bellotas de oro; los Fajardo con sus tres ortigas de siete hojas sobre oro;
los Valladares con ochenta jaqueles de oro y gules; los Valenzuela con su león
de sable coronado sobre plata; los Villegas con su cruz de sable sobre plata y
ochenta calderas; los Meneses con su cadena de azur en banda sobre oro; los
Muñoz con su cruz de Calatrava sobre oro; los Segura con sus cuatro trébedes en
las aspas de una cruz de gules sobre oro; los Bahamonde con su M de oro
coronada sobre azur; los Herrera con sus calderas de oro sobre gules; los Godoy
con sus ocho escaques de azur y otros ocho de oro; los Cabrera con una cabra
montaraz sobre plata; los Roldán con su corneta de plata sobre sable y catorce
estrellas de plata en bordura de azur; los Arrieta con su faja ancha de oro
sobre gules; los Beltrán con su escudo cuartelado en sinople con águila
explayada, estrellas de plata, jabalíes y lanzas; los Camacho con su banda y
barras de gules sobre oro; los Gil con sus tres escudetes de oro bordados de
azur en campo de sinople; los Carrión con su escudo cortado, en el que se ve un león de oro y un yelmo de
azur; los Galdeano con su media luna jaquelada de oro, plata y sable sobre
gules; los Lazarte con sus tres lobos pasantes de plata sobre sinople y tres
céspedes sobre oro; los Sosa con sus seis lagartos sobre oro; los Loyola con su
enredado escudo de cuatro cuarteles, tal como se ve en las estampas de San
Ignacio, y... basta, ¡por Dios!, que sería fatiga seguir enumerando apellidos
de la gente hidalga de mi tierra o el cuento de las cabras de Sancho. Por lo
menos dejo ciento más en el fondo del tintero. Consuélese con saberlo todo el
que no ha sido mencionado en esta pantorrillesca
nomenclatura; y si hay alguno que crea que lo haya omitido por malicia o
envidia, reclame con confianza y figurará en otra edición.
Aunque me humille confesarme
plebeyo, debo declarar, a fuer de veraz cronista, que allí ni hubo ningún
Palma, pues si alguno de este apellido comía por aquel siglo pan en Lima, debió
de estar aquejado de dolor de muelas o de punzada en el hueso palomo. Con su
inasistencia me hizo un flaco servicio, porque me privó de conocer mis armas
para lucirlas sobre el papel de cartas
El virrey tenía grandes vínculos
con ambos querellantes, se vio como dicen, entre la espada y la pared. Los dos
defendían con igual copia de argumentos lo que llamaban su perfecto derecho.
El uno decía que en su escudo, puesto a mantel, había un león linguado y
rampante en campo de plata, con cinco grifos de sinople sobre oro y dos
castillos almenados sobre azur. El otro contestaba con un águila de sable y
coronada en campo de gules, cuatro grifos y tres torres. Argüía el uno que el
león no podía bajar la melena ante el águila, y replicaba el otro que quien
cruzaba por los aires sin rival no debía humillarse en la tierra. En suma, a
oírlos no sabía uno decir cuál de los dos era de nobleza más limpia y
cuartelada, pues al que le faltaba un grifo le sobraba un castillo, y váyase lo
uno por lo otro. El de Santiago decía que un marqués era más que un conde, pues la palabra marqués en casi
todas las lenguas conocidas (y ésta es una curiosa observación de los
filólogos) significa vigilante o custodio de las fronteras, límite o marcas
del territorio. El de Sierrabella contestaba que el título de conde viene del comes latino, que quiere decir compañero,
y por ello todo conde era un compañero del príncipe y guardián obligado de su
persona.
¿A que no aciertan ustedes con
la decisión del virrey? La doy en una, en dos, en tres, en mil. Ya veo que se
dan ustedes por vencidos; porque ni a Salomón, que imaginó hacer dos rebanadas
de un muchacho, se le habría ocurrido lo que al muy Excmo. Sr. D. Melchor
Portocarrero Lasso de la Vega, conde de la Monclova.
-Señores -dijo, no me tengo
por bastante ínstruído en la ciencia del blasón, que, como ustedes saben, es
la ciencia heroica, la ciencia de las ciencias, ni creo que en estos reinos del
Perú haya voto facultativo. El punto es de lo más intrincado que cabe, y con
más habilidad me sospecho para convertir en oro una piedra de cantería que
para dar sentencia acertada en el presente litigio. Aquí no hay más sino
ocurrir a su majestad. Entre tanto, vuelvan los caballos a la caballeriza, y
quédense los coches donde están y sin variar de posición hasta que venga de
España la solución del problema.
El conde de la Monclova era
hombre de gran talento y conocía ese rinconcito del alma humana donde se alberga
la vanidad. Digo ,
así me parece a mí, y perdón si me equivoco.
Los interesados acreditaron en
la corte representantes letrados y reyes de armas que tuvieran la heráldica en
la punta de los dedos, y se gastaron un dineral en el proceso[2].
Por supuesto que cuando, al
cabo de un par de años, llegó a Lima el fallo del monarca, fallo que el
vencedor celebró con un espléndido banquete, no existía ya ni un clavo de los
coches; porque, estando los vehículos tanto tiempo en la vía pública y a la
intemperie, no hubo transeúnte que no se creyera autorizado para llevarse
siquiera una rueda.
Ahora estoy segurísimo de que
en los labios de todos mis lectores retoza esta pregunta: ¡Y bien, señor tradicionista!
¿Quién ganó el pleito? ¿El de Santiago o el de Sierrabella?
Averígüelo Vargas. (Y a
propósito. Este Vargas debió haber sido un gran husmeador de vidas ajenas,
pues siempre anda metido en chismes y averiguaciones.)
Yo lo sé; pero es el caso que
no quiero decirlo. Amigos tengo en ambos bandos, y no estoy de humor para
indisponerme con nadie por satisfacer curiosidades impertinentes.
Conque lo dicho. Averígüelo
Vargas.
(1868.)
0.072.3 anonimo (peru) - 056
[1] Aunque poquísimo se me alcanza en la Ciencia
heroica o del blasón, que es ciencia complicada y misteriosa, como la
Teología, y que no se aprende a tres tirones, creo indispensable, para la
inteligencia de la historieta por los profanos en heráldica, dar una ligera
explicación sobre los colores.
ORO (que corresponde al amarillo) simboliza: de las piedras
preciosas, al topacio; de los planetas, al Sol; de los elementos, al fuego; de
los días, al domingo; de los meses, a julio; de las virtudes, la clemencia; y
entre las cualidades humanas, la hermosura, la soberanía, la generosidad, el
amor, la salud, la prosperidad y la constancia.
PLATA (que corresponde al blanco) simboliza la perla, la Luna, el
agua, el día lunes y los meses de enero y febrero. Es el emblema de la verdad y
de la pureza; y entre las cualidades representa la franqueza, la integridad, la
elocuencia, la belleza artística y la victoria sin sangre.
GULES (corresponde al color
rojo) simboliza el rubí, el planeta Marte, el fuego, el día martes y los meses
de marzo y octubre. De las virtudes representa la caridad, y de los sentimientos,
la valentía, la magnanimidad, la audacia, el ardid, el honor y la victoria con
sangre.
AZUR (corresponde al azul) simboliza el zafiro, el planeta
Venus, el arie, el día viernes y los meses de abril y septiembre. Representa
como virtud a la justicia, y es emblema de la pcrseverancia, la lealtad y la
vigilancia.
SABLE (corresponde al negro) simboliza al diamante, a Saturno,
a la Tierra, el día sábado y el mes de diciembre. Es distintivo de la prudencia
y expresa la honestidad, la ciencia, el dolor, la obediencia, el silencio y el
secreto.
SINOPLE (corresponde al verde) simboliza la esmeralda, el
planeta Mercurio, el día miércoles y el mes de mayo. Como virtud, es símbolo de
la esperanza.
Representa la honra, la amistad, la cortesía, la abundancia,
la posesión y el respeto.
VIOLADO (corresponde al púrpura) simboliza la amatista, el
planeta Júpiter, el jueves y el mes de noviembre. Es emblema de la templanza y
de la devoción, y representa la riqueza y la dignidad autoritaria. Este color
se ha usado en poquísimos escudos de armas, y muchos heraldistas no lo
consideran. La heráldica inglesa y otras traen el naranjado en lugar del
violado.
El escudo se divide en
partido, cortado, tronchado o mantelado, cuartelado en cruz y cuartelado en
sautor.
Con los libros que sobre
heráldica se han publicado podría llenarse una espaciosa biblioteca. Por lo
demás, no aconseja. remos al lector que pierda su tiempo consagrándolo a
estudiar con seriedad ciencia de moda pasada, y que no ofrece hoy utilidad
práctica.
[2] Persona
dada, como yo, a rebuscar antiguallas, me sostiene que fue con el marqués de
Tabalosos, y no con el de Santiago, este litigio. Para probar la equivocación
en que incurre, básteme decir que fue en 1765 cuando Carlos III nombró primer
marqués de Tabalosos al teniente general de sus reales ejércitos don Eugenio
Fernández de Alvarado y Perales, natural de lima. No existía, pues, tal
marquesado en los tiempos del virrey de la Monclova.
El lector que desee conocer
cuáles fueron los títulos de Castilla creados en el Perú hasta el reinado de
Carlos IV puede consultar el libro Lanzas y medias anatas del Perú, por el
oidor Rebazal, la estadística de Córdova y Urrutia, el tomo XI de documentos de
Odriozola y varios artículos de Mendiburu.
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