-¿Dónde va la romerita
tan sola por esta tierra?
-A Santiago de Galicia
voy cumplir una promesa.
ROMANCE TRADICIONAL
-Hace muchos, muchos, muchos años -decía el abuelo a
su nieta, había en Castilla un rey. Puedes creer, hija, que era un rey
poderoso: tenía su castillo con sus almenas; sus guardias con sus lanzas; y sus
establos con sus caballos. Pero este rey que te digo tenía una pena, y era que
no tenía esposa. Durante muchos años estuvo buscando una jovencita amable,
dulce y hermosa, pero las damas que encontraba eran ásperas, crudas y feas como
el alma del diablo. El caso es que con ninguna se sentía complacido, y pasaba
las noches en vela porque... ¡claro! Mira tú un rey sin reina y sin príncipe,
¿quién iba a heredar el castillo y el trono?
»El caso es que un día que estaba paseando en los
alrededores de su fortaleza, el rey vio venir por el camino a una romerita. Era
la muchacha más preciosa que había visto jamás, y se enamoró de ella en cuanto
la vio. Cuando la joven peregrina llegó hasta la fuente, el rey la saludó con
gran cortesía y le ofreció un poco de agua. La viajera le sonrió con ojos
brillantes y agradeció su interés.
»Tan ensimismado estaba el rey con la belleza de la
romerita que apenas podía decir nada, pero al fin, armándose de valor, le
preguntó dónde iba y cuál era la razón de su peregrinaje. La muchacha contestó
que iba a Santiago de Compostela, a visitar al Apóstol. El rey no dejó pasar la
oportunidad y ofreció a la muchacha su palacio: "Ven a comer a mi
mesa" le decía; "en mi castillo podrás descansar y más adelante
continuarás tu viaje, que Santiago no ha de moverse de donde está".
»Esta proposición tan vulgar molestó mucho a la
romerita, porque era una ofensa al Apóstol. Y más: que la viajera supo entonces
que las ideas del rey estaban en otro lugar, y que no quería que descansara,
sino que le hiciera compañía y que entraran en amores. De modo que, un tanto
irritada, la romera contestó: "Yo se lo agradezco, buen rey, como si fuera
mi hermano, pero he de cumplir mi promesa". Y continuó su camino.
»El rey volvió a su palacio furioso. No comprendía que
una muchacha pobre, aunque hermosa, despreciara la mesa de un monarca por un
camino lleno de peligros y molestias, aunque éste fuese el mismísimo Camino de
Santiago. Apartó su plato y expulsó de su presencia a todos los lacayos que le
atendían. Sólo permitió que un paje suyo, muy querido, permaneciera en la
estancia. El paje, como muchacho discreto, preguntó al rey cuál era la causa de
su enojo. "Ved a esa moza que va por el camino" dijo el monarca.
"Pues no ha querido comer en mi mesa. ¿No soy yo el rey? ¿No se me ha de
complacer en todo?" El paje afirmó que así debía de ser y pidió licencia
para ir tras la muchacha y demandarle que hiciera lo que el rey había pedido:
que subiera al castillo y comiera con él.
»Corrió el paje tras la romerita y la encontró bajo un
árbol, peinándose el cabello, que era rubio como el oro. "El rey manda que
vengáis a palacio" dijo el paje. "Sabed", continuó, "que mi
señor es el amo de estas tierras y manda sobre todos sus vasallos, y por tanto
habéis de obedecerle". La romerita miró al paje con enojo y le contestó
del siguiente modo: "Decidle al buen rey que si él es rey de sus vasallos,
yo lo soy de los cielos y de la tierra".
»Entonces, una nube se abrió en el cielo y se pudo oír
una terrible voz que dijo:
Mal año
para los hombres
y el fado
que Dios le diera,
que se
quieren namorar
n 'a
bendita Madalena.
»El paje se hincó de rodillas, aterrorizado por la
profunda voz que había herido los aires y comprendió que Dios mismo protegía a
aquella romerita: "Si sois señora del cielo y de la tierra, romerita,
rogad a Dios por mí".
»La peregrina tomó su bordón, su calabaza y su capa
aguadera y siguió su camino, no sin antes prometer al paje que, en efecto, él y
toda su descendencia estaría bendecida por el Señor.
-¿Y la peregrina era María Magdalena, abuelo?
-preguntó la niña.
-Sí.
-¿Y qué hacía María Magdalena en Castilla, abuelo?
-Pues hija, a punto fijo... no lo sé. Pero dicen que la Magdalena no tuvo una
juventud muy piadosa y que anduvo enredada en muchos amoríos... Y cuando Jesús
murió, estuvo llorando amargamente y se arrepintió mucho de su vida pasada,
¿sabes? También he oído que estuvo por esos caminos vestida de peregrina en
penitencia por los pecados que había cometido. Por eso se dice que "No
está la Magdalena
para tafetanes": los tafetanes son las sedas y los vestidos de fiesta. Es
de suponer que el rey dio con la
Magdalena cuando ésta andaba en peregrinación y que la mujer
ya no tenía muchas ganas de amores y cortesías.
-¡Ah! -respondió la nieta, admirada por la sagacidad
de su abue-lo.»
Fuente: Jose Calles Vales
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