Muchas son las historias que se cuentan de esta xana, llamada Carissia o Caricea
dependiendo de los narradores. En términos generales puede afirmarse que la
documentación al respecto es bastante confusa, variada y distinta hasta la
irritación, y en muchos casos abiertamente contradictoria.
La acción de la leyenda de Carissia suele situarse en
el lago Noceda, junto a las fuentes del Narcea y cerca de Monasterio de Hermo,
un pueblo minero que debe su nombre a la antiquísima designación como sede
eclesiástica del Alto Narcea. Sin embargo, hay quien coloca a la ondina
Carissia en el lago de Carucedo, del que habla don Enrique Gil y Carrasco en su
cuento El lago de Carucedo (1840) y
en su novela romántica El señor de Bembibre,
publicada cuatro años después. El lago de Carucedo está emplazado en las
agrestes tierras de El Bierzo leonés.
Además, una tercera o cuarta versión de la leyenda
supone que en el lugar del lago (en las actuales provincias de Asturias o León)
había una aldea llamada Lucerna, que es el nombre mítico del país de las ninfas
del agua y que se emplea en muchos otros lugares, por ejemplo en el Lago de
Sanabria (Zamora).
De Tito Carissio se afirma que fue el encargado de
someter a los celtíberos y astures allá por el siglo I a.C. Al parecer se le
había encomendado la vigilancia de Castro Bergidum (Cacabelos), un
emplazamiento berciano muy próximo a Las Médulas, donde se realizaban los
trabajos de extracción de oro.
Una de las versiones de esta leyenda afirma que la
ninfa de aquellas montañas se enamoró perdidamente de Tito Carissio y que
incluso se hacía llamar con el nombre de su enamorado: Carissia. Pero el
soldado romano la despreció y se burló de ella, y la pobre ninfa se deshizo en
lágrimas. Las aguas del lago berciano son, al parecer, las lágrimas derramadas
por Carissia durante treinta años. Otras fuentes aseguran que durante la noche
de San Juan puede verse a la xana vagar por los contornos, esperando que un
mozo la corteje, aunque los mismos autores que sugieren esta visión no dan
mucho crédito a la tradición.
A continuación se relata una historia más verosímil,
teniendo en cuenta que en raras ocasiones las xanas se enamoran de los humanos
y que es más probable que los hombres caigan presos en los encantos de las
damas del agua.
Los astures incomodaban ciertamente a los invasores
romanos. Éstos, encabezados por Tito Carissio y Antisto, trataban de reducir a
los salvajes habitantes de la montaña aunque, a decir verdad, en pocas
ocasiones lo lograban. En Astúrica Augusta, situada en el páramo leonés, habían
recibido órdenes tajantes de expulsar a los astures de las montañas norteñas y
las tropas romanas, con mucha dificultad, habían llegado a las riberas del
Narcea.
La campaña era en extremo difícil: los bosques de
hayas, las fuentes, las torrenteras, las empinadas cumbres, el clima infame de
aquellas tierras exasperaban a los romanos. Además, tenían que vigilar a los
osos y el canto del urogallo era misterioso y tétrico para ellos: a veces
pensaban que había almas en pena en aquellos lugares.
Carissio había ordenado acampar cerca de estos bosques
umbríos, en un claro cercano al poblado de Hermu. Desde allí tratarían de
seguir hacia el este, porque se sabía que los astures se habían reunido en las
comarcas cercanas al río Nalón. Con todo, los capitanes romanos estaban
desanimados y sin fuerzas: la campaña astur les agotaba, la pertinaz lluvia,
los vientos helados de la montaña y las emboscadas de los indígenas eran para
ellos una verdadera tortura.
Meditando en estas circunstancias, Carissio vagaba por
los montes y trataba de dar con el medio más propicio para lograr la conquista
o abandonarla por completo. En uno de estos paseos por los hayedos asturianos,
Carissio descubrió a una mujer hermosísima que acicalaba sus cabellos con un
peine de oro. Vestía una túnica blanca de lino y sus ojos tenían el verde
intenso de aquellos bosques. Un arroyuelo gorjeaba y ponía música a la bella
canción de la dama.
Casi sin sentirlo, Carissio entregó su corazón a
aquella mujer, mas cuando quiso acercarse a ella, la joven se internó en el
bosque y desapareció a su vista. Ciego de pasión, Carissio la persiguió entre
las retorcidas y musgosas raíces de las hayas y, de tanto en tanto, descubría
el luminoso vestido de la muchacha y veía cómo sus cabellos dorados jugaban con
el viento. Al cabo de unos pasos, el romano se hallaba desconcertado y perdido,
mas un poco más allá volvía a divisarla y su corazón se encendía aún más. Creía
el soldado que la doncella le observaba desde los rincones del bosque y que,
sin duda, se estaba burlando de él. La llamaba y le decía que sólo quería
hablar con ella, pero la muchacha reía y volvía a esconderse.
Llegaron finalmente a un claro en el que había un
lago. Carissio pudo ver a su amada a la orilla de las aguas, bailando y riendo
como una muchacha sin juicio. El soldado romano se acercó a ella y trató de
abrazarla, pero la xana se lanzó al agua y escapó de sus manos... Carissio
comenzó a caminar por la orilla y sin darse cuenta se introducía cada vez más
en el lago. Desde las aguas verdes, la muchacha hacía volar miles de gotas de
rocío y su risa inundaba el paisaje. Carissio avanzaba hacia la dama que había
hechizado su alma... hasta que su pie falló y se hundió en el fondo del lago.
Unas débiles burbujas salieron a la superficie y, finalmente, el lago volvió a
parecerse a un espejo limpio y pulido.
La brisa de aquellas sierras hizo ondear las aguas y
una risa dulce y enamorada pudo escucharse sobre las copas de las hayas.
La xana del
lago Noceda llevó desde entonces el nombre de Carissia o Caricea y de ella se
cuentan muchas historias, porque está considerada una de las más peligrosas y
crueles de Asturias. Un clérigo de Hermu, que pasaba temporadas enteras en
aquellas tierras, tuvo el mismo final que Tito Carissio, porque se enamoró de
la ondina Caricea y la siguió hasta el lago, donde acabó sus días.
Por esta razón, si el lector pasa alguna vez por esas
tierras y descubre a una dama hermosísima que peina sus cabellos junto al lago,
pase de allí y vuelva a su casa, que las xanas son dulces y encantadoras, pero
sus enamorados mueren pronto.
Fuente:
Jose Calles Vales
0.003.3 anonimo (españa) - 018
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