Bajo uno de los numerosos lagos de Suiza, existía hace
muchísimos años el reino de las ondinas. Este reino era gobernado por un rey
Elfo, que habitaba un castillo de cristal ubicado en lo más profundo del lago.
Las ondinas por aquellos tiempos se mezclaban
numerosas veces con los habitantes del pueblo más cercano.
Una noche en que se celebraba la fiesta de la cosecha,
una de las hijas ondinas del rey Elfo se enamoró perdidamente de un joven
humano. De más está decir que el joven estaba maravillado con la ondina, ya
que, difícilmente, un hombre hubiera podido resistirse a su belleza.
La joven ondina no podía permanecer mucho tiempo en la
tierra, por lo que hechizó al joven para que sobreviviera bajo el agua.
Vivieron juntos durante algún tiempo, pero, de pronto,
el joven comenzó a echar de menos a su pueblo y a su familia. La nostalgia lo
invadía cada vez más, y llegó un punto en que se lo veía deambular tristemente
por los gigantescos salones de cristal del palacio.
La ondina hizo todo lo posible para alegrarlo, pero se
tornó evidente al fin que su amado no podría sobrevivir más, lejos de sus seres
queridos.
Entonces la ondina, una noche, hechizó a todo el
pueblo y lo transportó al fondo del lago.
Durante siglos, la gente que se acercaba al lago podía
ver en sus profundidades al pueblo sumergido: su gente caminando por las
calles, los niños jugando en los parques y la ondina y su joven enamorado,
felices para siempre en la tranquilidad del hogar.
Fuente: Azarmedia-Costard
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