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viernes, 3 de mayo de 2013

La torre de hércules (2)

Cuando el poderoso Hércules supo la villanía que había perpetrado Gerión, no lo dudó y lo buscó en todos los lugares, en las playas y en los montes, con la intención de matarlo, pero no pudo dar con él. El infame Gerión ya había abandonado aquellas tierras y, robándole una barca a un pescador, había huido por mar poniendo rum­bo al norte. Estaba el traidor contento y ufano, mofándose y riéndose a solas de la tropelía que había cometido, pero quisieron los dioses que aquellas carcajadas llegaran en el viento hasta tierra y desde un monte costero pudo Hércules ver la embarcación en que Gerión huía. No tardó mucho el héroe en encontrar una barquichuela y menos aún se demoró en hacerse a la mar, persiguiendo al embustero violador.
Gerión confiaba en la ventaja que le llevaba y en las velas que inflaba el viento, porque su barco era un tanto mejor que el de Hércules. Así discurrieron varios días, en los que perseguido y perseguidor se retaban desde sus naves y se alzaban el puño, como amenazándose y maldiciéndose. Por entonces bordeaban la antigua Lusitania y el viento los empujaba a las peligrosas costas de Galicia. El viento del sur hizo su oficio, pero favoreció al traidor llevándolo sobre las olas de modo que Hércules lo perdió de vista y creyó frustrado su empeño.
Gerión creyó que su enemigo jamás lo encontraría ya. Confiado en su fortuna y puesto que Hércules ya no se avistaba en toda la línea del horizonte, decidió poner pie en tierra firme. Fue a refugiarse en las escarpadas costas de Galicia, allí donde los vientos y las olas baten con furia contra las rocas. Se fabricó entonces un chozo con los maderos de su embarcación y, agotado por la persecución, se quedó dormido.
Estaba Hércules furioso por haberle perdido el rastro a Gerión y no hacía sino volver su mirada a un lado y a otro, sin hallarlo por parte ninguna. Pasó la noche en vela, aguzando el oído, por si algún sonido delatara la presencia de su presa; pero la noche era oscura como boca de lobo, el viento soplaba con fuerza y las nubes oscurecían el cielo: lo había perdido. Ya estaba Hércules mesándose los cabellos, desesperado ante este revés de la fortuna cuando el sol comenzó a brillar en el cielo, iluminando las verdes costas de Galicia y, del mismo modo que los dioses le volvieron la espalda durante la noche, ahora lo favorecían con sus designios: en la costa pudo ver una cabaña de pescadores en la que descansar y aplacar su ira.
Cuando entró en la pobre choza un rayo de venganza iluminó su rostro: allí estaba Gerión, durmiendo plácidamente y ajeno a la cruel muerte que le esperaba. Sin embargo, no quiso Hércules actuar como un traidor y agitando el hombro de su enemigo, le despertó.
-¡Levántate, infame! ¡Que los dioses me sean propicios y pueda derramar tu sangre!
Tres días con sus noches duró la fiera pelea en la que Gerión no cedía y Hércules no cejaba. Pero la fuerza sobrehumana de Hércules al fin se impuso, y de un golpe mortal derribó a su enemigo por tierra: con un violento y certero tajo de su espada separó la cabeza del cuerpo de Gerión y éste fue a rendir cuentas a los dioses del cielo.
Hércules derribó las armas de su enemigo, pasó sobre ellas y las enterró. Excavó una fosa en la tierra y arrojó allí la cabeza de Gerión, cubriéndola después con piedras; pero el cuerpo lo arrojó al mar, para que fuera pasto de los peces y de las alimañas marinas. Sobre la calavera de Gerión fue amontonando rocas, unas sobre otras, hasta que el túmulo se elevó veinte pies y se convirtió en una torre, llamada en la antigüedad la Torre de Hércules. Ordenó entonces que se levantara allí una ciudad y que los pobladores de aquellos campos, que andaban entonces dispersos, vinieran y habitaran en las casas conforme se hacía en Grecia, su patria. De todas las mujeres que llegaron, una fue por su hermosura y condición la que más agradó al héroe: la joven se llamaba Coruña y Hércules mandó que, de allí en adelante, la ciudad llevara el nombre de aquella muchacha.
Otras muchas cosas buenas hizo Hércules en aquellas lejanas tierras; entre ellas, ordenó que un fuego perpetuo coronara la torre que llevaba su nombre y que la luz de las llamas no se apagara ni de noche ni de día, para que los pescadores pudieran conocer la distancia que les separaba de la costa y para que todos recordaran la muerte de Gerión, el infame.
Los pobladores recordaron esta leyenda y estamparon en el escudo de la ciudad la figura de la torre, una calavera (la de Gerión) y dos tibias cruzadas. Las seis conchas que también figuran en el blasón de La Coruña se deben a la preminencia de la sede arzobispal de Santiago de Compostela, porque las conchas son el principal símbolo del apóstol.
Los peligrosos acantilados y escollos donde, según la leyenda, se desarrollaron estos acontecimientos reciben el nombre de Costa de la Muerte, no porque recuerden el episodio de Hércules y Gerión sino por­que, desgraciadamente, muchos marineros han perecido en sus aguas. Se dice también que las misteriosas luces de la torre de Hércules atraen a los marineros, cuyas embarcaciones se destrozan en las afiladas aristas de las rocas y que allí las sirenas, los demonios y las brujas devoran los cuerpos de los infortunados pescadores...

De Gerión o de los Geríones hay varias versiones en la mitología griega y latina. Según se refiere en alguna de ellas, este ser fantástico tendría tres cuerpos y tres cabezas; pero en otros lugares se dice que, efectivamente, eran tres individuos diferentes, llamados Euritión, Ortro y Geríones (Gerión). Hércules o Heracles persiguió durante muchos años a estos seres, o a alguno de ellos, y les dio muerte. Gran parte de la persecución tuvo lugar en las costas occidentales (en Hispania) y fue en estas lejanas tierras donde se produjo el maravilloso acontecimiento que se va a relatar: antiguas crónicas narran que Gerión embaucó a la hermana de Hercules y que la violó, pues de este modo quería burlarse de las acechanzas y hostigamientos del semidiós.

Fuente: Jose Calles Vales - 018

0.105.3 anonimo (galicia) - 018

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