Cuando nieva son buñuelos,
bizcochos y caramelos.
ALLELUYA DEL SIGLO XIX
Don Julio Caro Baroja, en su libro Jardín de flores raras, estudió con su habitual
sagacidad muchas tradiciones peculiares: trataba. por ejemplo, la alquimia, los
duendes, los ángeles y los monstruos. El profesor dedica un pequeño capítulo a
la isla de Jauja o al país de ]auja, que tanto da. Según el historiador, los
hombres han tenido una especial predisposición a imaginar lugares en los que el
alimento v el placer brotan como por arte de magia. En estos lejanos países no
es necesario trabajar, puesto que todo lo ofrece la Naturaleza , y la vida
es un gusto constante.
En Europa existen términos parecidos a nuestro Jauja.
Los franceses, por ejemplo, tienen su Pays de Cocagne, donde todo son delicias:
en España tuvo cierto predicamento el País de la Cucaña. En un antiguo
manuscrito medieval ya se habla de estas prodigiosas tierras. Se dice que un
romero fue a Roma con la intención de ser absuelto. Pero sus pecados eran tan
graves y había cometido tantos que el Papa le impuso como penitencia ir al País
de la Cucaña ,
donde según se contaba las paredes de las casas eran manjares deliciosos y por
los valles corrían ríos de vino y miel... En Holanda existe el Luylekkerlandt,
con significados semejantes.
Respecto a Jauja la tradición supone que dicho lugar
estaba en el actual Perú. Se dice que cuando el conquistador Francisco Pizarro
llegó a aquellas tierras quedóse asombrado ante la inmensa fertilidad del país.
Además, la tierra florecía dos veces al año gracias a
su clima favorabley en las minas podían extraerse sin dificultad grandes
pepitas de oro y metales preciosos. Allí fundó Pizarro una ciudad, en 1533, y
las noticias que llegaban a España eran tan prodigiosas que el nombre de Jauja
se identificó inmediatamente con un país maravilloso donde todos los placeres
están al alcance de la mano.
Sólo un cuarto de siglo después se representaba en
Castilla un
paso de Lope de Rueda titulado La tierra de Jauja (en El
deleitoso, 1545). Según el dramaturgo, en Jauja se azotaba a los hombres
que se aplicaban en el trabajo, porque la labor era innecesaria y perjudicial.
La tierra de Jauja es por demás fértil, pero en su
seno guarda maravillas que nos asombran. Hay, para empezar, dos ríos: por uno
corre leche y por el otro, miel. Entre un río y otro, los habitantes pueden
disfrutar de una fuentecilla de mantequilla, en la que de tanto en tanto surgen
hermosísimos requesones. Estos manjares van a caer al río de la miel y el
viajero sólo tiene que alargar su mano para disfrutar de tales delicias. Por lo
que toca a los árboles, puede decirse que la variedad es infinita, aunque
destacan unas plantas en las que el tronco es de tocino y se asegura que los
más tiernos brotes son como de panceta. Algunos arbustos no tienen propiamente
hojas, sino hojuelas, que es un dulce exquisito. Los habitantes del país de
Jauja suelen cortar las hojuelas de dicha planta y acercándose al río de miel,
ponen unas gotas en el dulce, de donde se vino a decir que una cosa excelente
es miel sobre hojuelas. Los asadores, como dice Lope de Rueda, son de
«trescientos pasos de largo» y allí se amontonan todo tipo de viandas: conejos,
perdices, capones, gallinas, patos... y más allá están las carnes rojas: buey,
ternero, venado, cordero... Los pescados saltan a la orilla, como prestándose a
ser comidos, y los hay muy variados y sabrosos, como el besugo y el rodaballo.
Junto a los árboles y las rosaledas hay cajas con confituras, mermeladas,
compotas, mazapanes y turrones; y unas grandes cubas de vino delicioso que
parece ambrosía. Además, sin ninguna dificultad pueden encontrarse arcones con
tortas de pan, arroz, huevos y queso.
Don Julio Caro Baroja transcribe una aleluya del siglo
XIX en la que se nos ofrece más información. Se dice, entre otras muchas cosas
jugosas, que en Jauja no hay pordioseros, porque todos son hombres galantes y
nobles; los árboles tienen curiosos frutos: levitas y pantalones; y los
chiquillos juegan a lanzarse a la cabeza bollos y dulces.
La temporada de lluvias es especialmente deleitosa:
«los lunes llueven jamones, perdices y salchichones»; los martes caen del cielo
pescados, albóndigas y cabrito; los miércoles pollos al chilindrón o con
tomate, y de postre chocolate. Los jueves toca pavo asado y hojaldre; los
viernes llueve queso, manzanas, avellanas, pasas e higos; los sábados caen
puros y cigarrillos; y los domingos. chuletas y pan.
Otras curiosidades no menos notables merecen
destacarse: las mujeres son, naturalmente, hermosas v dulces, v tan dulces son
que le hacen el amor al hombre, no tienen vergüenza ni son mojigatas como en
Castilla, y prefieren un fornicio ameno que perder el tiempo en galanterías y
requiebros vanos. Como puede suponerse, no existe el matrimonio y cada cual busca
mujer u hombre con el que gozarse; pero no es necesario entablar conversación
ni conocerse. basta con gustarse y entregarse a los placeres de los besos v las
caricias.
La alegría lo inunda todo, hasta el punto que la gente
se muere de risa, y no por enfermedades ni padecimientos. Cuando hay un
entierro, las mozas bailan y tocan los panderos adornados con cintas de
colores. En las procesiones, en vez de cirios y santos, se llevan en romería
lomos embuchados, chorizos culares y jamones.
Fuente:
Jose Calles Vales
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