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jueves, 10 de enero de 2013

El vendedor de olores

Un día, un hambriento indigente que pasaba por una calle, se dejó llevar por el olor de manjares va­riados que emanaba de la ventana de un mesón. El indigente se detuvo y empezó a sacar los trozos de pan duro que llevaba en su mochila, acercándolos a la ventana para que se impregnaran de aquellos su­gestivos aromas y comiéndoselos con deleite. El me­sonero, que observaba lo que sucedía desde el inte­rior del local, se le acercó y le pidió que pagara por el olor del asado. Ante la negativa del mendigo, que además no llevaba encima ni una sola moneda, el mesonero le llevó ante el juez. Éste, al oír a las dos partes, pidió al mesonero que se le acercara, sacó dos monedas de su bolsillo y las hizo tintinear.
-¿Oyes el sonido de las monedas? -dijo el juez. Pues ya puedes irte, porque has cobrado lo que este hombre te debía.
Ante la protesta del pícaro mesonero, el juez le res­pondió:
-Quien vende el olor de un manjar, sólo puede co­brar el tintineo de unas monedas.

0.084.3 anonimo (persia) - 013

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