La travesía de regreso se hizo sin que sucediese
ninguna aventura digna de contar, y cuando el príncipe geata hubo llegado a Gotlandia fue recibido por su soberano, el rey
Hygelac, que le pidió le relatase sus aventuras y quedó maravillado al oírlas.
Beowulf fue el hombre de confianza del rey.
Hygelac era un rey enérgico, valeroso, pero ya
anciano, y para amargar sus postreros días estalló una guerra con los feroces
habitantes de Frisia, viéndose obligado a ir a guerrear, a aquel lejano país,
como correspondía a un rey de la mejor tradición vikinga. El anciano rey no
pudo resistir las fatigas de la lucha y murió como los valientes en el curso de
una de las batallas desencadenadas contra sus enemigos.
Los frisones habían conseguido cortar la retirada a
los vikingos y destruido sus naves, de manera que la mayor parte de los geatas quedaba así prisionera en país
extranjero. Solamente lograron escapar unos pocos, entre los que se hallaban
Beowulf y sus hombres, diestros navegantes, que consiguieron burlar los
peligros de aquel mar traicionero.
Grande fue el dolor de los geatas al conocer la derrota de su rey. La soberana viuda, la dulce
Hygd, tenía del rey Hygelac un hijo de pocos años, Heardred, al que puso en
manos de Beowulf, el más ilustre de sus nobles, y rogó al héroe que consintiera
en ser su tutor. Beowulf, que no tenía ambiciones políticas, aceptó aquel
cargo para complacer a la reina, a la que veía abandonada a sus propias fuerzas,
y por fidelidad a la corona cumplió noblemente la promesa que había hecho a
sus soberanos.
Beowulf dio saludables consejos al rey menor cuantas
veces fue necesario, y se encargó de la defensa del territorio. Por otra
parte Beowulf gozaba de fama extraordinaria por sus hazañas y hubiera podido
ser rey de haberlo deseado; pero le repugnaba aprovecharse de la debilidad
ajena y sus intenciones eran nobles y leales. Se complacía en ver crecer a su
lado, como una planta joven y vigorosa, al monarca Heardred, que había alcanzado
ya la edad viril y, tomando como modelo a Beowulf, conseguía hacerse amar de su
pueblo.
Pero al cabo de algún tiempo ocurrió un hecho que
debía tener fatales consecuencias. El rey sueco Onela, que había usurpado el
trono de su país, perseguía a sus legítimos herederos, dos sobrinos suyos
llamados Enmundo y Engildo. Los encerró en una prisión; pero los dos príncipes
consiguieron fugarse y acudieron al reino de los geatas, vikingos como ellos, en demanda de socorro. El joven
monarca los recibió amistosamente; pero esto fue interpretado por Onela como
un acto de enemistad de los vikingos geatas
contra los vikingos suecos. Se mostró muy irritado y declaró la guerra a
Gotlandia.
Entonces Beowulf, que mandaba todas las tropas de los
geatas, aconsejó a su joven soberano que no esperase a verse invadido por sus
enemigos, sino que se lanzase al ataque. Escuchado este consejo, los geatas marcharon hacia Suecia. Los
hombres de Beowulf lograron una gran victoria; pero la pagaron con la vida del
joven monarca Heardred, que como su padre estaba predestinado a morir en las
batallas. El regreso, aunque vencedores, fue triste. Los vikingos llevaban el
cadáver de su rey sobre unas angarillas, rodeado de flores y en la comitiva los
guerreros hacían resonar fúnebremente los escudos.
No quedaba ya ningún descendiente de los monarcas
legítimos y los nobles se reunieron en solemne asamblea para elegir un nuevo
monarca. La elección recayó en Beowulf.
Esta vez el héroe no pudo rechazar la dignidad real.
Tenía a su favor el mismo voto de la reina y el de todos los guerreros que
antaño le habían seguido en sus peligrosas aventuras por tierras de Dinamarca.
No podía negarse, en efecto, a ocupar el trono de los geatas. Por otra parte se hallaba en plena juventud, se sentía
vigoroso y dispuesto a resistir a cuantos enemigos se le opusieran. Y como no
tenía enemigos ni hacía daño a nadie aceptando la corona, accedió y no hubo
ningún otro pretendiente.
Fuente:
Antonio Urrutia
0.079.3 anonimo (vikingo) - 015
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