En el lugar denominado del Fondo, en Guimarán, municipio
de Carreño, vivía, hace un sin cuento de años, una familia honrada y laboriosa,
si bien acosada por la más terrible pobreza.
Una tarde, cuando el sol comenzaba a declinar, se
acercó a la humilde vivienda una anciana, andrajosa y valetunidaria, con
trasuntos de bruja, en demanda de albergue para una noche. Con la elocuente
espontaneidad de los humildes de espíritu, contestóle la dueña de la casa:
-Gustosos compartiremos con usted lo poco que tenemos.
Jadeante todavía tomó asiento en la antojana de la
casa y poniendo los ojos sobre la loma de San Pablo, en lo alto del monte Arco,
como ensimismada, la espectral y fantástica vieja, comenzó a decir:
«Monte
Areo,
monte
Arola,
tierra
rica,
gente
boba...»
Intrigada la mujer; pidió que le aclarase el
significado de aquellas palabras.
-Tú me has dado posada -dijo la anciana- y no quiero
ser desagradecida.
Y fue explicándole cómo en cierto lugar del monte,
casi a flor de tierra, había un tesoro escondido, consistente en una gallina
con doce polluelos y doce pesadas barras, todo de oro.
-¿Y cómo es que sabiendo tales cosas imploras por el
mundo limosna?
-Es que los dones -aclaró la vieja- son sólo de los
que los merecen.
Luego desapareció misteriosamente.
No echó en faltriquera rota la conversación. Cuando
llegó su marido, contóle la campesina la aparición. Aquella misma noche,
sigilosamente, con los pertinentes aperos de labranza, se encaminaron al
lugar indicado; allí estaba el codiciado tesoro.
Y de aquel hogar que nunca había conocido la holgura,
desaparecieron para siempre la pobreza y los pesares; adquirieron grandes
extensiones de terreno, viajaron a la
Cor te, levantaron palacios... Hasta llegó a decirse que
todas las noches se reunían en su casa un grupo de duendes que les llevaban
hermosos y ricos presentes. Las habladurías alcanzaron su apogeo cuando se
observó que durante toda la noche ardían velas en el interior de la casa.
Nadie quiso, por lo tanto, dar crédito a las palabras de los buenos habitantes,
quienes aseguraban que eran unos cirios encendidos a una imagen de la Virgen del Buen Suceso.
Mas..., en memoria de aquel suceso, edificaron en Guimarán
una capilla bajo la advocación del Buen Suceso (fundación, según la historia
de la familia Muñiz Carreño); otro tanto hicieron en Candás, a la que se llamó
«Capilla de los Doce», anexa al palacio de los Muñiz, en cuyo retablo aparecían
pintados, hasta el verano de 1936, la gallina con sus doce polluelos[1].
Leyenda mitologica
0.100.3 anonimo (asturias) - 010
[1] Si bien que la leyenda ya
tenía letras de molde gracias al veraz historiador Marino Busto (Noticias históricos del concejo de Carreño,
pp. 57-58), en 19 de agosto de 1983 nos proporcionó por escrito una nueva
redacción en la que resumía todas las anotaciones y matices de sus cuadernos de
campo. La formulilla aún reviste esta variante.
«Monte
Irola,
monte
lroba,
tierra
rita,
gente boba.»
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