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miércoles, 19 de diciembre de 2012

La gallina de oro

En el lugar denominado del Fondo, en Guimarán, muni­cipio de Carreño, vivía, hace un sin cuento de años, una familia honrada y laboriosa, si bien acosada por la más te­rrible pobreza.
Una tarde, cuando el sol comenzaba a declinar, se acercó a la humilde vivienda una anciana, andrajosa y valetunida­ria, con trasuntos de bruja, en demanda de albergue para una noche. Con la elocuente espontaneidad de los humildes de espíritu, contestóle la dueña de la casa:
-Gustosos compartiremos con usted lo poco que tene­mos.
Jadeante todavía tomó asiento en la antojana de la casa y poniendo los ojos sobre la loma de San Pablo, en lo alto del monte Arco, como ensimismada, la espectral y fantástica vieja, comenzó a decir:

«Monte Areo,
monte Arola,
tierra rica,
gente boba...»

Intrigada la mujer; pidió que le aclarase el significado de aquellas palabras.
-Tú me has dado posada -dijo la anciana- y no quie­ro ser desagradecida.
Y fue explicándole cómo en cierto lugar del monte, casi a flor de tierra, había un tesoro escondido, consistente en una gallina con doce polluelos y doce pesadas barras, todo de oro.
-¿Y cómo es que sabiendo tales cosas imploras por el mundo limosna?
-Es que los dones -aclaró la vieja- son sólo de los que los merecen.
Luego desapareció misteriosamente.
No echó en faltriquera rota la conversación. Cuando llegó su marido, contóle la campesina la aparición. Aquella mis­ma noche, sigilosamente, con los pertinentes aperos de la­branza, se encaminaron al lugar indicado; allí estaba el co­diciado tesoro.
Y de aquel hogar que nunca había conocido la holgura, desaparecieron para siempre la pobreza y los pesares; ad­quirieron grandes extensiones de terreno, viajaron a la Cor­te, levantaron palacios... Hasta llegó a decirse que todas las noches se reunían en su casa un grupo de duendes que les llevaban hermosos y ricos presentes. Las habladurías alcan­zaron su apogeo cuando se observó que durante toda la no­che ardían velas en el interior de la casa. Nadie quiso, por lo tanto, dar crédito a las palabras de los buenos habitan­tes, quienes aseguraban que eran unos cirios encendidos a una imagen de la Virgen del Buen Suceso.
Mas..., en memoria de aquel suceso, edificaron en Gui­marán una capilla bajo la advocación del Buen Suceso (fun­dación, según la historia de la familia Muñiz Carreño); otro tanto hicieron en Candás, a la que se llamó «Capilla de los Doce», anexa al palacio de los Muñiz, en cuyo retablo apa­recían pintados, hasta el verano de 1936, la gallina con sus doce polluelos[1].

Leyenda mitologica

0.100.3 anonimo (asturias) - 010




[1] Si bien que la leyenda ya tenía letras de molde gracias al veraz histo­riador Marino Busto (Noticias históricos del concejo de Carreño, pp. 57-58), en 19 de agosto de 1983 nos proporcionó por escrito una nueva redacción en la que resumía todas las anotaciones y matices de sus cuadernos de campo. La formulilla aún reviste esta variante.

«Monte Irola,
monte lroba,
tierra rita,
gente boba.»

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