En las proximidades de Ovio, parroquia de Nueva y municipalidad de Llanes, se alzaba hace mucho tiempo una pequeña casa, renegrida por el
humo. Era la morada de un pobre tejero, quien, luchando contra las adversidades
que la vida le ponía en el camino, trabajaba afanosamente para procurar una
existencia tranquila, casi feliz, a su numerosa familia.
Aunque pobre, el tejero jamás había contraído deudas,
y siempre pagó con asombrosa puntualidad; tampoco pidió ayuda a sus vecinos
que, sin ser ricos, se hallaban en más desahogada posición. Un día, sin
embargo, cansada de la pobreza, la esposa comenzó a empujar al marido hacia la
ambición.
En busca de mejor fortuna, un buen día se marchó a las
tejeras de Castilla. Por San Miguel de septiembre, al terminar la contrata,
con sus menguados ahorros, emprendió el camino de regreso. A la entrada de un
pueblo le tomó la parada una mujer que le preguntó de dónde era.
-De Ovio, señora, en la parroquia de San Jorge de Nueva,
Principado de Asturias.
-¿Podria pedirle un gran favor?
-Como usted guste, señora.
-Toma estos tres bollos de picos, vete a la cueva del
Cuetu Lloru y échalos uno a uno, diciendo cada vez:
«¡Sale,
Ana,
que tu
madre te aguarda!»
Tras penosas jornadas, llegó una noche a su casa el
tejero. Apenas saludó a los suyos, se fue a la cama a descansar, con idea de
cumplir el encargo lo más pronto posible. Muerta de curiosidad, la esposa
registró su hato y, al encontrar los tres bollos, se comió un cuerno.
Muy de mañana, como había previsto, emprendió el tejero
el camino del cueto. Al llegar se dio cuenta de la falta de un cuerno, que
culpó a su mujer. Con todo, echó uno de los panes a la cueva y dijo:
«¡Sale,
Ana,
que tu
madre te aguarda!»
Y ante el susto del hombre, salió de la cueva un
blanco corcel montado por una joven muy bella, emprendiendo vertiginosa
carrera.
Arrojó el segundo bollo, también intacto, y repitió la
formulilla. Y también salió otro caballo blanco con otra joven; siguió el
mismo camino.
Al lanzar el tercer bollo, al que le faltaba el
cuerno, el tejero, dominando el temblor de sus rodillas, apenas musitó:
«¡Sale,
Ana,
que tu
madre te aguarda!»
Y salió Ana sobre un caballo negro al que faltaba una
pata. Hablóle así al de Ovio:
-Por culpa de tu golosa mujer y por tú no haber tenido
cuidado, yo habré de permanecer aquí por los siglos de los siglos; los tesoros
que aquí guardo estaban destinados a ti, mas
«Chúpate el
dedo
y
confórmate con ser
siempre
tejero».
Aquella peripecia la recogió así el cantar popular:
«En el
Cuetu Lloru
hay un
zurrón d'oru,
que vale
más que
Llanes y
Parres
Onís y
Cabrales
y
Peñamellera
con sus
arrabales.»
Inspirado en esta leyenda compuso el maestro Gumersindo
Laverde Ruiz un romance[1]
que algunos autores[2]
se empeñaron en atribuir a la musa popular. Este es el tenor:
«¡Ay, niñas
las tres garridas!
¡Ay, niñas,
las de la Torre !
¡Ay! salen
de madrugada.
¡Ay! salen
a coger flores.
¡Ay, qué
florido está el soto!
¡Ay, qué
relumbres y olores!
¡Ay, cómo ríen
los prados!
¡Ay, qué
alboradas se oyen!
¡Ay, qué
linda mariposa
ante las
niñas se pone!
El cuerpo
tiene de espuma,
las alas de
tres colores.
¡Ay, qué
inocentes la siguen!
¡Ay, que se
van hacia el bosque!
¡Ay, que
allí está el Cueto Lloro!
¡Ay, que do
van no conocen!
¡Ay, que
una xana hechicera
lavando
está en Fuente noble,
lavando
cadejos de oro,
vestida de
mil primores!
¡Ay! que
las vieron sus ojos,
sus dulces
ojos traidores!
¡Ay, que
riendo las llama!
¡Ay, que
quién es no conocen!
Al Cueto Lloro,
niñas, venid,
que un zurrón de oro
tengo yo allí.
¡Ay, con
sus gracias les roba,
les roba
los corazones!
¡Ay, fuera
de sí la miran!
¡Ay, fuera
de sí la oyen!
¡Ay, qué
prendidas
las lleva
con cadenitas de flores!
¡Ay, qué
inocentes la siguen!
¡Ay, qué
embelesadas corren!
¡Ay, que la
cueva se abre!
¡Ay, qué
sonidos acordes!
¡Ay, que se
ve un paraíso!
¡Ay, que
relucen tres soles!
¡Ay, que
por ella la xana!
¡Ay, que
por ellas se esconde!
¡Ay, que
las niñas la siguen!
¡Ay, que do
van no conocen!
¡Ay, que la
cueva se cierra!
¡Ay, que en
su seno las coge!
¡Ay, que
allí quedan cautivas!
¡Ay, que
han muerto los tres soles!
¡Ay, que
dentro suenan llantos!
¡Ay, que la
fuente no corre!
¡Ay, que la
culebra canta!
¡Ay, niñas,
las de la Torre !»[3].
Leyenda mitologica
0.100.3 anonimo (asturias) - 010
[1] Cfr. MENÉNDEZ PIDAL, J., Poesía
popular, Madrid 1885, p. 317.
[2] CABAL. C., Covadonga pp.
160-162.
[3] MENÉNDEZ PIDAL, J., o.c.,
pp. 179-180. Dos son las cuevas en Asturias con la denominación de Cuetu Lloru o Llorio y con muy parecida
leyenda; la segunda, en Cangas de Onís, con leyenda recogida por Constantino
Cabal (Covadonga, pp. 159-163), dio origen a este cantar:
«Vale más
Cuetullorio
con sus
arrabales,
que Parres
y Cangas,
Onís y
Cabrales
y
Ribadesella
con sus
arenales.»
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