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miércoles, 19 de diciembre de 2012

El nuberu en orlé

No hay lugar más propicio para las narraciones mitológi­cas que las márgenes de un pequeño arroyo o el nacimiento de una fuente. Tal parece como si la imaginación se desbor­dase con las burbujas que forman las aguas al remansarse en engañosos remolinos. Y no podía ser menos en Caso, donde el Nalón toma vestiduras de infante y lugar, por su característica topografía, propicio para dejarse llevar por la imaginación enfebrecida.
Una de estas narraciones, que aún guarda hoy el arca de la tradición casina, es la que vamos a relatar a continua­ción.
Bajó el nuberu, en cierta ocasión, por entre la niebla y sentóse a descansar sobre un peñasco. Estaba contemplan­do los caseríos, cuando acertó a pasar por allí un vecino de Orlé. Creyéndole forastero, le preguntó de dónde era y có­mo había logrado encaramarse en lugar tan peligroso.
-Soy de la ciudad de Grito y vine a caballo de la niebla -respondióle el extraño hombrecillo.
-Y... ¿piensas pasar ahí la noche?
-Si alguien me da posada, no.
-En mi pueblo -dijo seguro el paisano- no dejamos que nadie duerma a la intemperie.
Le llevó a su casa y le trató a cuerpo de rey. Levantóse el forastero muy de mañana y díjole al anfitrión:
-He de marcharme antes de que se quite la niebla y, de verdad, no sé cómo agradecer tus atenciones, pero

«Si vas a la ciudad del Grito,
pregunta por Juan Cabrito.»

Pasaron los años y tuvo el paisano que ir a la ciudad del Grito, con dos vecinos, a comprar una pareja de bueyes.
Preguntó por su extraño amigo y le indicaron la casa; llamó a la puerta y salió a recibirle una mujer.
-¿Vive aquí Juan Cabrito? -preguntó.
-Sí, es mi marido; entre y espere que no ha de tardar.
En efecto, no bien había tomado asiento el de Orlé, al­canzó a oír a su amigo:
-Vengo muy cansado -dijo a su mujer.
-¿A dónde fuiste a correr la nube -preguntó ésta.

-Al llugarín de Orlé;
cuando quise soltarla,
imposible me fue,

la campana de la malatería de Moño no me dejó pasar.
-A propósito, hay aquí un vecino de ese pueblo que pre­gunta por ti -le apremió la mujer.
Al instante reconoció el nuberu al hospitalario casín. Acogióle con ama-bilidades, se interesó por sus asuntos y obsequióle pródigamente. Contóle, también, cómo habían muerto sus dos acompañantes entre la niebla..., y le regaló una pareja de bueyes que, por mucho tiempo, fue la admi­ración de los vecinos de Orlé[1].

Leyenda mitologica

0.100.3 anonimo (asturias) - 010



[1] Es muy conocida la narración en los concejos del alto Nalón, por más que, en esencia, coincide con la inmensa mayoría de las leyendas asturia­nas sobre el nubero; cfr. LLANO, A., o.c., pp. 23-25.

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