No hay lugar más propicio para las narraciones
mitológicas que las márgenes de un pequeño arroyo o el nacimiento de una
fuente. Tal parece como si la imaginación se desbordase con las burbujas que
forman las aguas al remansarse en engañosos remolinos. Y no podía ser menos en
Caso, donde el Nalón toma vestiduras de infante y lugar, por su característica
topografía, propicio para dejarse llevar por la imaginación enfebrecida.
Una de estas narraciones, que aún guarda hoy el arca
de la tradición casina, es la que vamos a relatar a continuación.
Bajó el nuberu, en cierta ocasión, por entre la niebla
y sentóse a descansar sobre un peñasco. Estaba contemplando los caseríos,
cuando acertó a pasar por allí un vecino de Orlé. Creyéndole forastero, le
preguntó de dónde era y cómo había logrado encaramarse en lugar tan
peligroso.
-Soy de la ciudad de Grito y vine a caballo de la
niebla -respondióle el extraño hombrecillo.
-Y... ¿piensas pasar ahí la noche?
-Si alguien me da posada, no.
-En mi pueblo -dijo seguro el paisano- no dejamos que
nadie duerma a la intemperie.
Le llevó a su casa y le trató a cuerpo de rey.
Levantóse el forastero muy de mañana y díjole al anfitrión:
-He de marcharme antes de que se quite la niebla y, de
verdad, no sé cómo agradecer tus atenciones, pero
«Si vas a
la ciudad del Grito,
pregunta
por Juan Cabrito.»
Pasaron los años y tuvo el paisano que ir a la ciudad
del Grito, con dos vecinos, a comprar una pareja de bueyes.
Preguntó por su extraño amigo y le indicaron la casa;
llamó a la puerta y salió a recibirle una mujer.
-¿Vive aquí Juan Cabrito? -preguntó.
-Sí, es mi marido; entre y espere que no ha de tardar.
En efecto, no bien había tomado asiento el de Orlé, alcanzó
a oír a su amigo:
-Vengo muy cansado -dijo a su mujer.
-¿A dónde fuiste a correr la nube -preguntó ésta.
-Al
llugarín de Orlé;
cuando
quise soltarla,
imposible
me fue,
la campana de la malatería de Moño no me dejó pasar.
-A propósito, hay aquí un vecino de ese pueblo que pregunta
por ti -le apremió la mujer.
Al instante reconoció el nuberu al hospitalario casín.
Acogióle con ama-bilidades, se interesó por sus asuntos y obsequióle pródigamente.
Contóle, también, cómo habían muerto sus dos acompañantes entre la niebla...,
y le regaló una pareja de bueyes que, por mucho tiempo, fue la admiración de
los vecinos de Orlé[1].
Leyenda mitologica
0.100.3 anonimo (asturias) - 010
[1] Es muy conocida la narración
en los concejos del alto Nalón, por más que, en esencia, coincide con la
inmensa mayoría de las leyendas asturianas sobre el nubero; cfr. LLANO, A.,
o.c., pp. 23-25.
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