Es creencia marinera de Asturias que la Virgen quiso establecer su
morada por los contornos del litoral oriental, desistiendo de ello porque en
todas partes se sentía el rumor del mar.
No alcanzamos la razón de tal asentimiento
tradicional, toda vez que en Gijón, y dominando el mar, se halla la capilla de la Virgen de la Providencia ; en
Pimiango, la Vir gen
de Tina; en Ribadesella y Llanes, los santuarios de la Virgen de Guía, tan
próximos al mar que deben alcanzarles las espumas salobres en los días de
tempestad; lo mismo en otros lugares del occidente astur: Virgen de la Blanca , en Luarca, y la Virgen de la Barca , en Navia.
El Romancero, por otra parte, asegura que la Virgen navegaba en busca de
Cristo:
«Navegando
va la Virgen ,
navegando
por la mar;
los remos
trae de oro
y la barca
de cristal,
el remador
que remaba
va diciendo
este cantar:
Por aquella
cuesta arriba,
por aquel
camino real,
por el
rastro de la sangre
a Cristo
hemos de encontrar»[1]
En otro romance, recogido por nosotros en Llanes, se
dice que los moros perseguían a la
Virgen para prindarla y llevarla cautiva a Turquía:
«Por la mar
vienen los moros
que
quisiéranla prindar,
y ella
escapa tierra adentro
mucho lejos
de la mar».
Fue hace muchos años cuando, antes del alba, una joven
bellísima, la Virgen ,
arribó a Cuevas del Mar, en Nueva de Llanes. Una mula ataviada al estilo
oriental, que un hombre de más de media edad llevaba del diestro, esperaba a la Virgen. De inmediato se
inicia la andadura.
La más hermosa estrella brillaba sobre el Pico de
Socampo, y una aurora plácida anunciaba la mañana próxima llena de tibiezas y
armonías. Presurosos, dos pescadores acudían con sus cañas al hombro para
ocupar sus atalayas al repunte de la marca. Y los dos pescadores, porque eran
limpios de corazón, vieron el cortejo; y oyeron que el hombre que llevaba del
diestro al animal dijo a la mujer con acento dulce:
-¿Aquí, mi Reina?
Alguien habló en el regazo de la mujer:
-Suena el mar, madre mía; subamos más.
Vieron entonces los pescadores que entre los brazos de
aquella mujer había una corona de estrellas que alumbraba como el sol y cuyo
reflejo alcanzaba y envolvía la parroquia de San Jorge; la Peña de San Antón y los
acantilados de Villanueva también se alumbraron.
Creyeron los pescadores que era un encanto; tuvieron miedo e invocaron a
Santa María diciendo: ¡Ave María Purísima! Pero el encanto no se deshizo. Se arrodillaron apoyando las conteras de sus
cañas en las arenas de la playa y, fascinados por la corona de cstrcllas,
cayeron desvanecidos. Las cañas tenían su sedal con tres anzuelos cada una.
Se deshizo el encanto
cuando la Virgen
se envolvió en su manto, ocultando cuidadosamente en su regazo el fulgor de la
corona. El sueño de los pescadores quedó envuelto en las sombras.
Siguen tierra adentro. La estrella que brillaba en el
Pico de Socampo había inclinado su disco más a Occidente y proyectaba su luz
sobre la falda de la Peñe ,
mirando hacia Pría. Como siguiendo el curso de aquella luz celeste, los
viajeros llegaron a Ruhazón, y por un estrecho y tortuoso sendero escalaron la
ladera de la Peñe.
Rendido por la fatiga, a cierta altura, en el lugar conocido
por la Valleyona ,
se detuvo el hombre. Tornando su mirar piadoso, preguntó a la Virgen :
-¿Aquí, mi Reina?
Ella desciñó otra vez el manto. Sobre su corazón
brilló de nuevo la corona de estrellas con tanta intensidad que todo el paraje
se inundó de luz; inclinó su rostro sobre la corona de estrellas que brillaba
sobre su corazón y preguntó con cariñoso interés:
-¿Aquí, mi Rey?
De nuevo el Hijo hubo de contestar:
-Aún se oye el mar, madre mía; subamos más.
Prosiguieron la ascensión.
La pequeña cabalgadura pasó por la Cruz del Regón. Unos
pastores, mañaneros como las alondras, tenían sus apriscos en Joncima. Los
pastores, que también eran limpios de corazón, vieron que se iluminaba
Paraperi con una lumbre maravillosa; el Niño resplandecía como un foco de luz.
En el cielo no había otra luz que la de aquella estrella brillante ocultándose
detrás del Pico del Sol.
Despertaron una vieja, astrosa y maldiciente, que
aquella noche dormía en los apriscos, y le pidieron explicación de la
maravilla:
-¡Malditos de vosotros -dijo ella- que me habéis quitado
el sueño! Todavía es noche, nada veo. Estáis locos, pastores malditos.
Para ver la luz divina se requiere la gracia de Dios.
Los pastores, que tenían diafanidad en el alma, pudieron ver con admiración que
en aquella amanecida había cruzado derecho a la Paserina una Virgen
bellísima sobre una mula que un hombre llevaba del ramal; que la Virgen llevaba en el regazo
un precioso niño con una corona de estrellas tan luminosa que alumbraba hasta
las borizas de la marina y más allá
de la mar.
Atraídos por una fuerza misteriosa se fueron los
pastores en pos de los viajeros, y en pos de los pastores se fueron los
rebaños.
La vieja, porque no veía la celeste luz, se tumbó a
dormor maldiciendo de los pastores que le habían turbado el sueño.
Una muralla de rocas atajó el paso a los viajeros. La
estrella brillante se había pcultado detrás de los montes. No había paso
practicable para la cabalgadura. Pero también allí llegaba el rumor rencoroso y
lejano del mar: Los moros podían ganar la playa y prindar a la Virgen. El hombre volvió
a hablar:
-Aún se oye el mar, mi Reina, y no tenemos paso.
Entonces la Virgen
extendió su brazo hacia la muralla de rocas y dijo:
-Ábrete, peña dura, y deja paso a mí y a mi mula.
Tembló la tierra, se estremeció el monte y,
desplomándose un enorme bloque de roca, abrió un portillo por el que pasó la Virgen para huir del mar[2].
«De día
andando en el monte,
de noche en
camino real».
Llegaron a Covadonga, instalándose para siempre la Vir gen en la Santa Cueva.
En la
Peñe de Pría, también término de Llanes, a unos setecientos
metros de altitud, se ve el Portellín por donde, según la tradición, pasó la Virgen camino de Covadonga,
dejando la mula marcadas las herraduras en la roca en el sitio hoy llamado
Patada de la Mula. En
Caravia recogió Aurelio de Llano este romance:
«Allá
arriba hay un portillo,
nunca le he
visto cerrado,
por allí
pasó la Virgen
de vestido
colorado;
el vestido
que traía
lo trae
todo manchado,
que lo
manchó Jesucristo
con la
sangre del costado»[3].
En el valle de Piedra había un enorme abismo que, para
dejar paso a la Virgen ,
se llenó con una avalancha de rocas derrumbadas al abrirse el Portellín; y al
otro lado del Forcón existe un bloque rectangular de grandes dimensiones, que
llaman la cama de Surpedro, en que quedó convertido el lecho de la vieja
maldicente[4].
Leyenda marinera
0.100.3 anonimo (asturias) - 010
[1] MENENDEZ PIDAL, ,J., o.c.,
pp. 264-265; CANELL.A, F., o.c., p. 451; FEITO, J. M., Los romances de Somiedo, en BIDEA, núm. 37, Oviedo 1959, p. 283;
MARTINEZ, E., Floresta de antiguos
romances, en EOA, Llanes, 17 de mayo de 1969, p. 6.
[2] Asegura la tradición que la Virgen pasó a pie y dejó la
huella de su zapato en el lugar conocido hoy con el nombre de «Zapato de la Virgen ». Como en el resto
de España, el tema de las huellas legendarias es en Asturias inagotable. En
ocasiones, la huella es el deterininante de la leyenda, forjada como
explicación a la que invita la señal misteriosa; pero en otros muchos casos no
es la idea propulsora de la leyenda, sino mera oportunidad para introducir un
episodio.
[3] El libro de Cararia. Oviedo
1919, p. 200.
[4] MARTÍNEZ, E., Tradiciones marianas de Asturias, en
BIDEA, núm. 83, Oviedo 1974, pp. 795-800. Nos contó la leyenda, por primera
vez, el gran poeta y amigo Emilio Pola (1912-1967), que hasta tuvo la amabilidad
de proporcionarnos una redacción antigua. Más tarde, por el año 1970, al
recorrer los itinerarios de la leyenda topamos en el Valle de San Jorge con dos
narraciones muy similares. Ahora nos asalta el interrogante: ¿no se tratará de
copias de algún impreso?
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