Con la anuencia de nuestros pacientes lectores y por
muy breves renglones, vamos a ceder la pluma al cronista asturiano de los
viejos tiempos, al maestro de nuestra juventud. Y es que, ante tema tan lejano
como el de las sirenas, el escritor de hoy se eclipsa y siente la necesidad de
otras tintas. Según Constantino Cabal, «Serena era una moza con un único
defecto: linda como un sol, esbelta como un mimbre, cantarina como un pájaro;
pero tan aficionada a correr los peñascos de la mar a la busca de mariscos que
tenía a su madre como loca...
-¡Por Dios, mujer -le suplicaba ésta cuarenta veces al
día, estáte quieta en casa unos momentos, que te pasas la vida entre las
peñas...!
-¡Así permita Dios que te hagas pez...!
Y al meterse en el agua aquella tarde para coger un
percebe, sintió Serena ganas de nadar. Y al tenderse en el agua para hacerlo,
vio sus piernas hechas cola, se tocó las escamas y dio un grito: ¡ya estaba
cambiada en pez, como su madre le pidiera a Dios en un momento de furia...!
Alas no tardó en consolarse revolcándose en el agua, y sentándose en las rocas,
y cantando dulcísimas canciones, y a veces engañando a los mortales atraídos
por su voz, y vengando de ese modo la maldición de su madre...»[1].
Esta tradición la resume así la lírica popular
asturiana:
«la sirena
de la mar
es una moza
gallarda,
que por una
maldición
la tiene
Dios en el agua»[2]
Pues bien... Hubo una vez en Luarca una sirena que
tuvo un hijo con el capitán de una nave vikinga. Abandonada y sola, la consumió
la tristeza dejando a su hijo en una roca. Supiéronlo unas gaviotas y, con sus
fuertes picos, trasladáronle a la torre de la iglesia de Santa Eulalia. Con
sus graznidos despertaron al párroco y al sacristán y a muchas gentes de
sueño ligero. Creció el niño, se hizo doncel arrogante, marchó a pelear contra
los moros y casó con una infantina de Portugal.
Refiere un muy sabio hidalgo y célebre anticuario asturiano
que «tres gaviotas albas, con las alas tendidas, ornaban los cuarteles azur
del escudo que hizo pintar el más sabio de los reyes de armas de las Asturias».
El mismo sapiente escritor recoge los fragmentos del
romance que, bajo el título de «Fuerte Gavilueto», quiso perpetuar los aires
de la tradición:
«Fuerte
Gavilueto,
que vino
del mar,
con una
infantina
casó en
Portugal.
La niña era
blanca
y era verde
el mar;
la niña
tenía
color de
coral
y los ojos
verdes
como el
verde mar...»[3]
Leyenda mitologica
0.100.3 anonimo (asturias) - 010
[1] CABAL. C., La mitología asturiana. Oviedo 1983, p.
228.
[2] Las otras muestras de la
lírica popular pueden verse en: LLANO, A., n.c., p. 51, y VIGON. B., Asturias.
Folklore del mar.... Oviedo 1980. pp.
25-26.
[3] Tomamos los datos del
archivo de Jesús Evaristo Casaricgo, leg. «Crónicas, conferencias y versos»,
pp. 174-175; publicó la leyenda en un artículo titulado Una ciudad con cielo de golondrinas y gaviotas, aparecido en «ABC»
en fecha que ignoramos. No son frecuentes en Asturias las leyendas sobre las
sirenas, por lo que creemos conveniente registrar la otra muestra conocida:
PANDO Y VALLE, J., Cuentos y leyendas,
Barcelona 1880, pp. 29-36.
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