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miércoles, 19 de diciembre de 2012

El gaviluetu

Con la anuencia de nuestros pacientes lectores y por muy breves renglones, vamos a ceder la pluma al cronista astu­riano de los viejos tiempos, al maestro de nuestra juventud. Y es que, ante tema tan lejano como el de las sirenas, el escritor de hoy se eclipsa y siente la necesidad de otras tin­tas. Según Constantino Cabal, «Serena era una moza con un único defecto: linda como un sol, esbelta como un mim­bre, cantarina como un pájaro; pero tan aficionada a correr los peñascos de la mar a la busca de mariscos que tenía a su madre como loca...
-¡Por Dios, mujer -le suplicaba ésta cuarenta veces al día, estáte quieta en casa unos momentos, que te pasas la vida entre las peñas...!
-¡Así permita Dios que te hagas pez...!
Y al meterse en el agua aquella tarde para coger un per­cebe, sintió Serena ganas de nadar. Y al tenderse en el agua para hacerlo, vio sus piernas hechas cola, se tocó las esca­mas y dio un grito: ¡ya estaba cambiada en pez, como su madre le pidiera a Dios en un momento de furia...! Alas no tardó en consolarse revolcándose en el agua, y sentándose en las rocas, y cantando dulcísimas canciones, y a veces engañando a los mortales atraídos por su voz, y vengando de ese modo la maldición de su madre...»[1].
Esta tradición la resume así la lírica popular asturiana:

«la sirena de la mar
es una moza gallarda,
que por una maldición
la tiene Dios en el agua»[2]

Pues bien... Hubo una vez en Luarca una sirena que tuvo un hijo con el capitán de una nave vikinga. Abandonada y sola, la consumió la tristeza dejando a su hijo en una roca. Supiéronlo unas gaviotas y, con sus fuertes picos, trasladá­ronle a la torre de la iglesia de Santa Eulalia. Con sus graz­nidos despertaron al párroco y al sacristán y a muchas gen­tes de sueño ligero. Creció el niño, se hizo doncel arrogante, marchó a pelear contra los moros y casó con una infantina de Portugal.
Refiere un muy sabio hidalgo y célebre anticuario astu­riano que «tres gaviotas albas, con las alas tendidas, orna­ban los cuarteles azur del escudo que hizo pintar el más sabio de los reyes de armas de las Asturias».
El mismo sapiente escritor recoge los fragmentos del ro­mance que, bajo el título de «Fuerte Gavilueto», quiso per­petuar los aires de la tradición:

«Fuerte Gavilueto,
que vino del mar,
con una infantina
casó en Portugal.
La niña era blanca
y era verde el mar;
la niña tenía
color de coral
y los ojos verdes
como el verde mar...»[3]

Leyenda mitologica

0.100.3 anonimo (asturias) - 010


[1] CABAL. C., La mitología asturiana. Oviedo 1983, p. 228.
[2] Las otras muestras de la lírica popular pueden verse en: LLA­NO, A., n.c., p. 51, y VIGON. B., Asturias. Folklore del mar.... Oviedo 1980. pp. 25-26.
[3] Tomamos los datos del archivo de Jesús Evaristo Casaricgo, leg. «Crónicas, conferencias y versos», pp. 174-175; publicó la leyenda en un artículo titulado Una ciudad con cielo de golondrinas y gaviotas, aparecido en «ABC» en fecha que ignoramos. No son frecuentes en Asturias las leyen­das sobre las sirenas, por lo que creemos conveniente registrar la otra muestra conocida: PANDO Y VALLE, J., Cuentos y leyendas, Barcelona 1880, pp. 29-36.

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