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miércoles, 19 de diciembre de 2012

El obispo ataúlfo

En palabras de nuestros cronistas, era el arzobispo de Santiago, Ataúlfo, hombre «señalado en linaje, letras y santidad»[i]. Habíale distinguido el rey Bermudo II[ii] con su confianza y a él recurría en demanda de consejo, cuando los negocios del Estado lo requerían. Esta predilección real despertó celos en ciertos nobles gallegos que, conspirando contra él, enviaron emisarios al monarca para avisarle de que el prelado era de raza mora y de que mantenía secretas embajadas con ellos encaminadas a entregarles Galicia.
Pecó el rey de ingenuidad e irritado contra el arzobispo, que así pagaba la confianza en él depositada, le envió pro­pio a caballo para que, en el plazo de una semana, compa­reciera en Oviedo.
Púsose el obispo en camino, olvidando sus muchos años y, tras cien penalidades, llegó una mañana a Oviedo. Entró en la basílica de San Salvador, asistió al rezo de las Horas y celebró la santa misa.
Supo el rey de la llegada del prelado y, dolido de que no hubiera ido directamente a Palacio, ordenó que dispusieran un toro bravo en la plaza de la basílica del Señor San Sal­vador para que arremetiera contra el prelado cuando salie­ra de sus rezos.
Encerraron, pues, el toro en la plaza y, cuando el mitrado salió del templo, con paso sereno y el rostro rebosante de paz, «el toro llegó al obispo humilde y tan manso que pare­cía le quería besar los pies»; asióle el obispo por los cuer­nos y quedóse con ellos en las manos. Revolvióse el animal, tornóse presto fiero y arremetió con brío contra los calum­niadores, encaminándose luego al campo.
Volvió el arzobispo Ataúlfo al templo, dio gracias a Dios por el prodigio y colocó los cuernos sobre el altar.
El rey, que había presenciado el espectáculo desde los balcones de su real alcázar, supo entonces de la justicia di­vina y de la inocencia del virtuoso pastor de almas.
Aseveran los cronistas que «los cuernos estuvieron colga­dos mucho tiempo en la capilla mayor de esta iglesia, aun­que ahora no hay noticia de ellos»[iii].

Leyenda religiosa

0.100.3 anonimo (asturias) - 010




[i] MARAÑÓN DE ESPINOSA, A., Historia eclesiástica de Asturias, Gijón 1977, p. 55. No difiere mucho Carvallo al referirnos que era «varón de santa vida y costumbres y mucha piedad y religión»; CARVALLO, L. A., Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, Madrid 1695, p. 281.
[ii] No son concordes los cronistas a la hora de situar los hechos. Mientras unos, como Rodrigo Jiménez de Rada y Luis Alfonso de Carballo, se incli­nan por el reinado de Bermudo II, otros, como Marañón, los sitúan en los días de Ordoño I.
[iii] MARAÑÓN DE ESPINOSA, A., o.c., p. 56.

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