Cuentan que un día, un tigre que estaba buscando
comida entró en un claro de la selva donde había un fuego que habían abandonado
los pemones.
El fuego ya estaba a punto de extinguirse, pues apenas
brillaban las cenizas, y no tenía ninguna llama.
El tigre, olfateando el rastro de comida, se acercó
hasta el fuego, donde quedaban escamas de pescado y, sin darse cuenta, sopló.
El fuego chisporroteó y se avivó.
Entonces, el tigre le preguntó:
-¿Qué haces aquí, hermano?
Y el fuego le dijo:
-Pues aquí, muriéndome de hambre, porque los hombres
se fueron y me abandonaron.
-¿Y qué es lo que tú comes? -le preguntó el tigre.
Y el fuego dijo con voz apagada:
-¿Pues qué voy a comer? Con pajitas y hojas secas me
conformo.
-Pues yo no -dijo el tigre. Yo como venados, tapires,
guacamayos, bueyes, caballos, acutís[1]
y, cuando no hay otra cosa, pescados del agua.
El fuego le contestó:
-Entonces yo como más que tú, porque apenas te he
dicho una pequeña parte de mis alimentos.
El tigre le dijo:
-Vamos a ver si es verdad. Cuenta entonces todos tus
alimentos.
-Yo me como todas las cosas que tú dijiste y, además,
pajas, hojas y hasta los mismos árboles -contestó el fuego. Y como el tigre lo
había ido agrandando con sus resoplidos al hablar, le chamuscó las cejas. Y
dijo el tigre:
-¡Ah!, así que te comes hasta el tronco de un árbol.
Eso me gustaría verlo a mí.
El fuego contestó:
-Eso depende de ti. Si me soplas, me lo comeré. Eso es
lo malo que tengo yo, que no sé buscarme alimento por mí mismo.
El tigre comenzó a soplar. Saltaron varias chispas
sobre él, y le quemaron la piel en varias partes. Hay quien dice que ese es el
origen de las pintas negras que desde entonces lucen los tigres.
El tigre se asustó y le dijo:
-Hermano, no seas así y come con más cuidado. No me
quemes a mí, que te estoy ayudando.
El fuego replicó:
-Ten cuidado tú, porque yo soy así. Ya te dije que
comía de todo.
Siguió soplando el tigre, y entonces, se prendió un
trozo de tierra lleno de hojas y palitos. El fuego se lo tragó todo y, después,
volvió a quedarse pequeño. Le dijo al tigre:
-Ya ves que como paja, hojas y palos.
Pero el tigre, lleno de curiosidad, le replicó:
-Yo quiero verte comer no solo hojas y ramas, sino el
mismo tronco de los árboles.
-Eso depende de ti -volvió a decir el fuego. Sóplame y
verás que también como eso.
Entonces el tigre volvió a soplar, y el fuego se
corrió de la paja del suelo hasta los árboles. En ese momento, sopló un viento
fuerte, y el fuego subió hasta los árboles, propagándose en grandes llamaradas
y extendiéndose con rapidez.
El tigre se asustó.
Y el fuego le dijo:
-¿No te dije que comía todas las cosas? Y a ti también
puedo comerte...
Y, diciendo esto, una gran llamarada avanzó hacia el
tigre con su lengua, y este, viéndose rodeado, echó a correr despavorido.
Y así supo el tigre que el fuego comía más que él y,
desde entonces, le tiene miedo. Por eso, los pemones prenden fuego en sus
campamentos, porque ahuyenta a los tigres.
0.073.3 anonimo (pemon, venezuela) - 040
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