Iba un día el ariki, es
decir, el rey de Rapa Nui, Tuu-ko-iho, camino a su casa cuando se cruzó con dos
espíritus, es decir, dos aku-aku, que estaban durmiendo. El ariki se detuvo y
los miró: sus cuerpos carecían de vientre y no tenían ni hígado ni intestinos.
Solo se veían sus costillas y el esternón. Sintió temor.
En ese momento, otro aku-aku que estaba subido a un monte
gritó espantado:
-¡Despertad, despertad!
¡Han visto vuestros cuerpos!
Tuu-ko-iho continuó
caminando.
El shipibo-volvió a
gritar:
-¡Despertad, despertad!
-¿Qué sucede?
-preguntaron los dos espíritus.
-Tuu-ko-iho ha visto
vuestros cuerpos.
Los dos aku-aku se levantaron presurosos,
cubrieron sus huesos con carne y se transformaron en seres vivientes. Corrieron
hacia donde había ido el ariki, le
adelantaron rodeando un montículo y se le aparecieron como por casualidad.
-¡Oh, ariki, bienvenido seas! -dijeron los dos
jóvenes al estar frente al rey.
-Igualmente tú y tu
compañero -respondió Tuu-ko-iho.
-¿Qué te pareció lo que
viste cuando venías?
-No he visto nada -agregó
el ariki.
Los aku-aku se fueron y Tuu-ko-iho continuó su camino.
Al cabo de un rato, el ariki volvió a encontrarse con otros dos
jóvenes. Los miró y, aunque no tenían los mismos rostros, como tenía mana, es decir, poder sobrenatural, supo
que eran los mismos que había encontrado antes.
-¡Oh, ariki, bienvenido seas! -dijeron ellos.
-Y vosotros, ¡oh jóvenes!,
igualmente bienvenidos seáis -respondió Tuu-ko-iho.
-¡Ah, la cosa que tú
sabes! -le dijeron con un tono burlón.
-¡Nada! ¡Yo no sé nada!
-¿No encontraste nada
cuando caminabas hacia acá?
-¡Nada!
El ariki llegó por fin a su casa y se dispuso a descansar un poco
cuando aparecieron los dos aku-aku.
Le preguntaron de nuevo:
-¿No has visto a nadie en
tu camino?
-A nadie.
Los aku-aku se marcharon, riéndose y dando gritos de alegría.
El ariki se dispuso a dormir, y volvieron a aparecer los aku-aku, que se quedaron escondidos al
lado de la casa para ver si Tuu-ko-iho hablaba en sueños de lo que había visto
en el camino. Pero el ariki, que los
había escuchado y no estaba dormido, nada dijo.
-Tuu-ko-iho no ha visto
nuestros cuerpos -comentaron finalmente los aku-aku,
y se marcharon.
Al día siguiente,
llegaron hasta la casa Tuu-ko-iho tres muchachas para invitarle hasta la aldea
de Akahanga, donde preparaban un umu,
es decir, una comida cocinada en la tierra. El ariki fue allí por la tarde y le invitaron a comer. Las piedras que
había en el agujero estaban todavía calientes y, sobre ellas, había algunos
troncos quemados del árbol Toro-Miro. Cogió dos tizones y dijo que se los
llevaría.
-Apáguenlos con agua, por
favor.
Después de la cena, el ariki regresó a su casa y descansó hasta
el día siguiente.
Al otro día, cuando el
sol asomaba por detrás de las cumbres, y las nubes corrían por el cielo,
Tuu-ko-iho se levantó, cogió una piedra de obsidiana y comenzó a esculpir uno
de los tizones de madera. Primero los ojos, luego la nariz, las orejas, el
cuello, las manos, el vientre sin músculos, las costillas, las piernas y los
pies. Cuando terminó, el moai se
parecía a uno de los aku-aku. Luego
esculpió el otro tizón y le apareció la figura del otro aku-aku. Con un cordel, ingenió un sistema para sostener las
figuras y hacerlas caminar.
Desde ese día, su casa
fue llamada Hare Haka ha ere moai mango,
es decir, `la casa de las figuras que caminan'. Al conocer la noticia, los
aku-aku se indignaron y se marcharon de Rapa Nui al verse ridiculizados. Nadie
supo nunca nada de ellos.
0.075.3 anonimo (isla de pascua)
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