Los dragones chinos eran reyes y casi dioses de las
profundidades acuáticas: cada río, cada lago, cada océano, tenía su rey dragón.
A veces podían tomar forma humana. Cada uno tenía su propia personalidad. Por
ejemplo, el gran dragón negro del lago Erhai era muy malhumorado, y cuando se
enojaba, podía ser peligroso.
Un día, el gran dragón negro fue a ponerse su túnica
de seda preferida y no la pudo encontrar. Enfurecido, pensó que alguien se la
había robado, y para que el ladrón no pudiera escapar, obstruyó la salida de
agua del lago. Para la gente que vivía cerca de sus orillas, la situación se
volvió desesperante. Como había varios ríos que llevaban su caudal hasta el
lago, el nivel del agua empezó a subir y subir. Pero además, el enorme dragón
negro revolvía el lago buscando su ropa y hacía levantarse tremendas olas, que
provocaban inundaciones, destruían diques y puentes y muchas veces avanzaban
sobre los cultivos de arroz.
Cerca de allí vivía un niño muy especial. Su madre era
una joven lavandera que cierto día vio un delicioso melocotón flotando en el
agua del río y se lo comió. En realidad, no era una simple fruta, sino una
perla de dragón, y a partir de ese momento, el niño mágico comenzó a crecer en
el vientre de su madre. Era todavía muy pequeño cuando decidió enfrentarse al
temible dragón negro.
-Madre, no podemos permitir que ese dragón loco siga
causando daño. En la ciudad el gobernador ha puesto anuncios ofreciendo una
recompensa para quien logre dominarlo. Y yo lo haré.
La madre quiso detenerlo, pero fue imposible. El
niñito no solo era capaz de hablar como un adulto, sino que tenía mucha fuerza.
Al llegar a la ciudad, arrancó de un manotazo el cartel. El guardia se rio
mucho cuando vio quién era el valiente que quería enfrentarse al dragón. Pero
los vecinos, que habían visto al niño jugar sin miedo con las serpientes del
campo, le insistieron en que lo llevara al palacio de su senor.
El gobernador recibió al niño con mucha curiosidad.
Apenas habló con él, se dio cuenta de que no era una persona común y corriente.
-¿Y qué necesitas para vencer al gran dragón negro?
-le preguntó.
-No es mucho, pero deben seguir exactamente mis
instrucciones -dijo el niño. Necesito que haga forjar en bronce una cabeza de
dragón. Necesito dos pares de garras de hierro, para mis manos y mis pies, y
seis cuchillos muy afilados. Quiero también trescientas croquetas hechas de
hierro y trescientas croquetas de harina cocina-das al vapor.
Era un pedido muy extraño, pero la situación era tan
especial que el gobernador decidió hacerle caso en todo a esta extraña
personita.
El niño se puso la cabeza de dragón, se calzó las
cuatro garras, se ató tres cuchillos en la espalda, con el filo hacia afuera,
se puso un cuchillo en la boca y los otros dos los empuñó en sus manos.
-Voy a lanzarme a las aguas del lago para luchar
contra el gran dragón negro -les dijo a los vecinos, que se habían reunido para
ver el asombroso espectáculo. Cuando vean surgir olas amarillas, lancen las
croquetas de harina. Pero donde vean olas negras, arrojen las croquetas de
hierro. Tengan preparado un gran trozo de tierra en el que crezca el pasto. Si
consigo triunfar en la lucha, tiren el terrón al agua.
El niño se lanzó al lago y apenas su cuerpo tocó el
agua, se trans-formó en el pequeño dragón amarillo. La terrible batalla
comenzó. Las olas eran enormes, pero los hombres más valientes cargaron las
croquetas en sus botes de madera y se hicieron al agua para alentar a su
campeón.
Los dos dragones lucharon durante días enteros. Cuando
el pequeño dragón amarillo tenía hambre, en la superficie del agua aparecían
olas amarillas. Entre las salpicaduras, asomaba la cabeza amarilla con la boca
abierta y la gente le tiraba croquetas de harina. Así, bien alimentado, podía
luchar con más fuerzas. Cuando el gran dragón negro tenía hambre, aparecían
olas negras. Y su gigantesca cabeza surgía sobre la superficie con la boca
abierta como un pozo del infierno. Entonces la gente le tiraba las croquetas de
hierro. Cuando el gran dragón negro se las tragaba, no solo seguía teniendo
hambre, sino que volvía a la lucha con un tremendo dolor de estómago.
El pequeño dragón amarillo era muy inteligente y al
tercer día decidió convertir su tamaño en una ventaja. Aprovechando que el gran
dragón negro estaba desesperado de hambre y abría su enorme boca buscando
comida, se le metió por allí, se deslizó como una serpiente por la garganta y
fue a parar a su estómago. Moviéndose de un lado al otro, lo hirió desde dentro
con sus cuatro garras y sus seis cuchillos. El dragón negro se retorcía de
dolor y cada vez que su cabeza aparecía entre las enormes olas, la gente le
tiraba más croquetas de hierro.
El enorme dragón negro había perdido la batalla.
-Ay, ay, Pequeño Dragón Amarillo, no soporto más tanto
dolor, me rindo, te ruego por favor que salgas de mi cuerpo. Prometo irme del
lago y nunca volveré.
-Muy bien, pero... ¿por dónde salgo?
-Por atrás.
-De ninguna manera, eso no está a la altura de mi
dignidad. La gente dirá que salgo cuando haces tus necesidades.
-Entonces, por mi nariz.
-Un insulto. Parecerá que me arrojas cuando te suenas.
-¡Sal por mi oído!
-¿Como si te limpiaras de cera las orejas? Es
ofensivo.
-¡Por favor, por favor, puedes salir por mi axila!
-Ah, claro. Para que me aplastes bajo el sobaco en el
momento de salir.
-Ay, ay, ay, te lo ruego, sal pronto. ¡Que sea por la
planta del pie!
-No pienso morir de un pisotón -dijo el pequeño dragón
amarillo, retorciéndose otra vez con sus seis cuchillos dentro del enorme
dragón negro, que estaba ya enloquecido de dolor.
-¡Está bien, está bien, puedes salir por mi ojo!
El pequeño dragón amarillo desenroscó un ojo de su
enemigo y salió por la órbita vacía. El gran dragón negro quedó tuerto, pero
muy contento de estar vivo. Perforó un túnel en una enorme roca y por ahí se
escapó. Junto con él, escapó el agua sobrante, que estaba causando
inundaciones.
Después de vencer a su enemigo, el pequeño dragón
amarillo ya no volvió a su forma humana. De acuerdo con sus instrucciones, los
vecinos arrojaron al agua un terrón con hierbas, al que trepó el pequeño,
transformado en serpiente.
-No me verán más -les dijo a los vecinos. Pero no
teman por mí. Donde se detenga este terrón, deben levantar un templo en mi
honor. Desde allí, vigilaré y los protegeré para siempre.
El terrón fue flotando sobre el agua hasta el lugar
donde se levanta hoy el Templo del Rey Dragón. Y dicen que el espíritu del
pequeño dragón amarillo vive allí, asegurándose de que no haya inundaciones y
las aguas del lago se mantengan siempre mansas.
0.005.3 anonimo (china) - 059
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