Hace muchos cientos de inviernos, todos los hombres
rojos que cazaban búfalos en la pradera hablaban el mismo idioma y fumaban
juntos la pipa de la paz.
Cierta vez, en las Montañas Rocosas, un comanche y un
shoshone se encontraron por casualidad junto a un arroyuelo. Los dos volvían
sedientos de una jornada de caza. Unos metros más arriba, un manantial que
salía de la roca viva vertía sus aguas en el arroyo. El cazador shoshone llegó
hasta el manantial y antes de beber derramó un poco de agua en honor al Gran
Espíritu. En cambio el comanche, exhausto, se arrojó al piso y hundió la cara
en la corriente del riachuelo.
-Este es nuestro territorio -dijo, de mal humor,
después de saciar su sed. ¿Acaso un extranjero tiene derecho a beber de la
fuente cuando un comanche se contenta con el agua del arroyo?
-Manitú creó los manantiales para que todos sus hijos
podamos beber agua pura. Au-sa-qua es un jefe de los shoshones y tiene tanto
derecho como cualquiera a beber este agua.
-Los shoshones son una tribu comanche. Waco-mish es un
gran jefe comanche -contestó el otro. Ningún shoshone tiene derecho a beber por
encima de donde él bebe.
-Waco-mish miente -dijo el shoshone. Tiene lengua de
serpiente y el corazón negro como el espíritu del mal. Cuando Manitú hizo a sus
hijos, los comanches y los shoshones, los arapahó y los paine, a todos por
igual les dio búfalos para alimentarse y manantiales para beber agua pura.
El comanche no contestó. Lleno de odio, esperó hasta que
el otro cazador bajara la cabeza para beber, y cuando estaba descuidado se
abalanzó sobre él, haciéndolo caer. Después le hundió la cabeza en el agua del
arroyo hasta ahogarlo.
Pero cuando las últimas burbujas de aire
desaparecieron, porque el cazador shoshone había dejado de respirar, un extraño
sonido sibilante brotó del agua. Una nube de vapor se elevó sobre el arroyo y
en el aire se materializó una figura que el asesino conocía muy bien. Era un
anciano de cabellos blancos que lo miraba con severidad: el gran Wau-kau-aga,
el padre de la nación comanche y la nación shoshone. Wau-kau-aga había sido un
gran guerrero mientras vivió como humano sobre la Tierra, famoso por sus
hazañas y por sus buenas acciones.
-Has roto el vínculo entre dos naciones hermanas y
poderosas -le dijo al asesino. En recuerdo de tu crimen, que el agua de este
manantial se vuelva para siempre ácida y venenosa. En cambio, este será el
recuerdo del buen cazador shoshone.
-Golpeando con su mazo mágico la roca, creó un
manantial y un estanque de agua fresca y cristalina.
Desde ese día, los comanches y los shoshones se
convirtieron en enemigos. Muchos cráneos comanches fueron escalpados y muchas
cabelleras adornaron los tipis de los guerreros shoshones, en venganza por la
muerte de su jefe.
Y allí están los manantiales de Manitú, uno venenoso y
el otro puro, como recuerdo de la triste hazaña del cazador comanche.
0.011.3 anonimo (america-comanche) - 059
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