Lo saben muy bien los marineros; lo sintió muy pronto
el tío Tono, patrón de la «Santa Ana»; su viejo instinto de peligro le enfrió
la raíz de los cabellos, le secó la garganta y le aceleró el corazón: se
aproximaba la tempestad.
El agua del cielo se teje, se espesa y se ondula. El
patrón gruñía en la proa, ordenando recoger las redes, porque el viaje había
sido inútil y aún faltaban muchas leguas para llegar al puerto de Llanes.
Soplan recios los vientos y la lluvia se rompe y precipita. Abriendo sus
pequeños ojos, un muchacho arapiento y pelambroso, el pinche, gritó entre
aspavientos:
-¡Mirad, mirad...! Una caja que, flotando, viene hacia
aquí y una gaviota revolotea encima.
-Tú ves visiones -replicó el patrón. Qué va a traer
gaviota; es una caja de mercancías que se ha escurrido, seguramente, de alguna
velera.
Se iluminaron las aguas y vino la calma. Después de muchos
esfuerzos lograron subir a bordo la flotante caja y, en tanto que la gaviota revoloteaba
la caja, atónitos, oyéronla decir con dulce acento estas palabras:
-¡Marinero, guía, guía!
Volaba la gaviota en dirección a Llanes y, de trecho
en trecho, suspendía el vuelo, como para esperar a la barca.
Al levantar la tapa de la caja, tras muchas dudas y rodeos,
quedáronse los marineros mudos de asombro al topar sus ojos con una bellísima
efigie de la
Santísima Virgen. El sol brillaba con esplendor inusitado.
Descubriéronse todos, postráronse de rodillas y rebosándoles el corazón de
piadosa emoción, comenzaron a musitar:
-Dios te salve, Reina y Madre...
La gaviota, siempre delante de la embarcación, seguía
diciendo:
-¡Marinero, guía, guía!
Con tal precioso cargamento, en pos de la gaviota,
bien parecía que volaba la barca.
Cuando llegaron a puerto, ante la expectación de las
madrugadoras mujeres que con sus cestos esperaban el pescado, tomaron la
caja cuatro marineros y emprendieron el camino hacia la iglesia de Santa María
de la Asunción. De
nuevo el revoloteo de la gaviota y las mismas dulces palabras:
-¡Marinero, guía, guía!
No fue posible; sus pies parecían clavados al suelo,
en tanto la gaviota volaba y revoloteaba formando círculos sobre la caja, ante
una muchedumbre que se agolpaba expectante. Había que seguir -así lo
entendieron los sacerdotes que, presurosos, habían llegado al lugar- a la
gaviota, que les iba abriendo camino en dirección a un suave montículo que mira
al mar. Se improvisó un rudimentario altar y se iniciaron las obras del
santuario. El día que la Virgen
fue entronizada, ante un apretado haz humano de plegarias y lágrimas, la
gaviota emprendió su vuelo[1].
Queda en Llanes la tradición de la Virgen de Guía que un día
flotó entre las aguas del mar, como otro lo hicieran la Virgen de la Barca , de Navia[2],
y la Virgen de
la Blan ca, de
Luarca[3].
Leyenda marinera
0.100.3 anonimo (asturias) - 010
[1] Cabal, que también recoge la
tradición, apostilla: «Es toda literatura esta leyenda, y pienso que anduvo en
ella el ingenio sutil de una escritora de méritos indudables: María Luisa Castellanos» CABAL, C., o.c., p. 245;
CASTELLANOS, M. L., La leyenda de la Guía (Estudio histórico-fabuloso), Llanes 1913, obra que se incluye en Cuentos y Leyendas (Temas Llanes, núm.
17), Llanes 1981, pp. 89-110; ID., Baluarte
de Gracia: Llanes, México 1963, pp. 267-273. El verdadero hilo de la
leyenda, sin los ropajes literarios que pudieran mancillarla, puede verse en
MORIA, A., Recuerdos gratos, México
1882, p. 20.
[2] JUNCEDA AVELLÓ, E., Leyenda e historia de la Virgen de la Barca , en Navia, en BIDEA,
núm. 96-97, Oviedo 1979, pp. 347-361.
[3] CASARIEGO, J. E., Asturiasy la
mar, Salinas 1976, p. 72.
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