Hay viejas narraciones que nunca envejecen, porque
siempre conservan un no sé qué de sencillo y original. Tal sucede con la
leyenda de la Virgen
de la Cueva :
todos la saben más o menos adulterada; todos la refieren, y acerca de ella se
han escrito libros, poesías y artículos literarios. Sin embargo, cada vez que
la cuentan nuestros poetas o que la relatan nuestros escritores, el pueblo la
recuerda con curiosidad y con deleite.
Disculpe, pues, el amable lector que, una vez más
escribamos sobre asunto tan conocido; pero, repetimos, hay sucesos antiguos
que siempre son nuevos y que agradan al lectorío tanto como al buen tomador el
vino añejo.
Hace muchos años, ¡pero muchos!, allá cuando no había
conta-minación ni abundaba la rara especie de los políticos, cuando la gente
era más devota, más rica y más feliz, hubo en Piloña un caballero, señor de la Torre de Lodeña, gentil,
valiente y piadoso.
Una noche, en sueños, apareciósele la Santísima Virgen ,
manifes-tándole el deseo de que recibiese culto una imagen que ella misma había
dado a un venerable ermitaño que, en rigores y penitencias, vivía por aquellos
contornos.
Muy de mañana monta a caballo y con desmedido afán
inicia la búsqueda. Cuando apenas terminaba el rezo del santo rosario, a
orillas del río Mon, término de la feligresía de Santa Eulalia de Qués, se vio
sorprendido por una finísima luz que salía de la oquedad de una quebrada peña;
apartando jaras, espinos y rosales silvestres, penetra en la gruta y topa con
la imagen; a su lado, postrado de hinojos, ataviado con tosco sayal, un hombre
demacrado por fiebres, penitencias y soledades. Creyó el buen hidalgo reconocer
la fisonomía del extenuado penitente; pronto se agolparon en su mente recuerdos
de un noble guerrero, generoso y valiente, a quien en lejanos días había visto
pelear bizarramente.
Tratábase, en efecto, de un caballero portugués que había
luchado bajo los pendones de Castilla, al lado de un conde zamorano, cuya hija
era su prometida. Al terminar la contienda, volvieron ambos al castillo que en
tierras de Zamora tenía el futuro suegro. Al acercarse a los territorios de la
señorial morada los dos se sorprendieron de que en la torre del homenaje no
flotara al aire la bandera condal. Todo el castillo parecía envuelto en una
nube de tristeza.
Pronto supieron razones: la bella hija del conde
luchaba, en aquella sombría hora, a muerte con la vida. Cuando hubo triunfado
la muerte, cuando los despojos mortales de la infortunada joven encontraron,
por fin, descanso bajo las losas de la capilla del castillo, sin despedirse de
nadie, sin la fiel compañía de sus escuderos, salió de la condal casa el noble
lusitano.
Después de muy largo y penoso peregrinaje, vino a
parar a aquella cueva, donde tuvo el consuelo de la misma divina aparición que
su compañero de armas.
Había llegado, pues, el castellano de Lodeña cuando el
anacoreta estaba a punto de morir y la imagen iba a quedarse abandonada. Así
que recibió el último suspiro del antiguo luchador; con virtuoso entusiasmo
continuó el culto y propagó la devoción a la Madre de Dios.
Persiste hoy ese culto y esa devoción. Acaso con más
fuerza y con redoblado calor; acaso, como para querer dar respuesta al
interrogante de la musa popular:
«Virgen
Santa de la Cueva ,
¿cómo no
mueres de frío,
debajo de
ese peñón,
a la orilla
del río?»
Otra leyenda hace referencia al retiro piadoso que
para su consuelo topó un caballero desdeñado por su dama. No falta quien asocie
este hecho al momento en que nació aquella otra bella tradición que dio escudo
a Piloña y que pinta a don Pelayo vadeando el río por Pialla [1].
Leyenda religiosa
0.100.3 anonimo (asturias) - 010
[1] BARÓN, M. En la Cueva de Qués, en C, núm. 55, Covadonga 1924,
pp. 152-154 BELLMUNT. O., y CANELLA, F., o.c.
T. I, Gijón 1895, pp. 365-369: ESCALERA. E., Crónica del Principado de Asturias, Madrid 1865, p. 121; FERNÁNDEZ
ÁLVAREZ, F., La virgen en el Principado
de Asturias, Oviedo 1982, pp. 157-158: GONZÁLEZ SOLIS. P.. Memorias Asturianas, Madrid 1890. pp.
391 y 552: LLANO ROZA DE AMPUDIA, A., Bellezas
de Asturias. Oviedo 1928, p. 306; RODRÍGUEZ SALAS, M., El caballero eremita o la virgen del
Sautuario de la Cueva ,
La Coruña
1969.
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