Los tobas y los pilagás no aceptaban la muerte
natural como causa de desaparición de una persona. Para ellos, los payaks eran
espíritus dañinos responsables de todas las muertes que no acontecieron en
luchas guerreras.
El payak chupaba
la sangre de los enfermos por propia voluntad o a través de la acción de un
brujo. Convocado por un hechizo, el espíritu se separaba del cuerpo del
doliente y se dirigía hacia el arbol yuchán [1]
para buscar refugio. Una vez liberado el organismo, el espíritu regresaba.
La vestimenta de las personas que fallecían
hechizadas se quemaba y su cuerpo recibía entierro según la tradición de los
matacos: generalmente de carácter aéreo. Para concluir, se esperaba que el
desaparecido reencarnase en un ser del reino animal o vegetal: un tigre, una
cabra o una planta, según el comportamiento que había tenido durante su vida.
056. anonimo (toba)
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