Cada uno de los hombres eligió a su mujer, con
excepción de Chiiquí, que quedó sin pareja. Este motivo lo llevó a escarbar la
tierra con tanto ahínco que llegó a lastimar el ojo de una de ellas, enterradas
por la caída. Lleno
de alegría, la tomó ‑aunque herida‑ por esposa.
Advirtió a los hombres que no durmieran con sus
mujeres, a riesgo de que se repitieran los infortunios del zorro sagaz, hasta
que no encontrase la manera de resolver el problema.
Al siguiente día, Chiiquí voló hacia el cielo y allí
arriba chifló. Enseguida se acercó una mosca muy grande:
‑¿Cuáles son los motivos de tu visita? ‑le preguntó.
El carancho le expresó el deseo de que un viento
fuerte y frío con lluvia se instalara en su poblado, y la mosca respondió rápidamente
ante la solicitud.
Las mujeres, aunque robustas, temblaron por el
temporal. Chiiquí aprovechó el desconcierto para robarles el fuego y así
dominarlas. Preparó una fogata y, estas, heladas por el frío, rodearon las
llamas y comenzaron a asar pescados y a alimentarse a través de la boca y por
la vagina.
056. anonimo (toba)
No hay comentarios:
Publicar un comentario