Enseguida apareció un avestruz, que al verlos cantó:
tom, tom. Los niños quisieron
atraparla y le ordenaron a sus perros que la siguieran. Acorralado contra el
monte, el avestruz daba un salto cada vez que los animales avanzaban. De esta
manera, sus patas largas esquivaban el ataque y reanudaba la huida. Con su
último brinco se elevó y los perros volaron detrás de él. Los niños los
siguieron: codo a codo los dos hermanos, y después la pequeña niña.
Se fueron todos hasta el cielo, alcanzaron las
estrellas. Cuando el avestruz se detuvo, los perros se prendieron de su cuello,
pero no lo mataron. Así permanecieron, secundados por los niños: parados, los
varones lado a lado, y la menor detrás.
En esa posición generaron una nueva constelación, y
sus nítidas figuras se aprecian durante el invierno: el sur señalado por la
cabeza del avestruz.
056. anonimo (toba)
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