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lunes, 29 de diciembre de 2014

La fiesta de san simon garabatillo (1826)

Faustino Guerra habíase encontrado en la batalla de Ayacucho en condición de soldado raso. Afianzada la independencia, obtuvo licencia final y retiróse a la provincia de su nacimiento, donde consiguió ser nom­brado maestro de escuela de la villa de Lampa.
El buen Faustino no era ciertamente hombre de letras; mas para el desempeño de su cargo v tener con­tentos a los padres de familia, bastábale con leer me­dianamente, hacer regulares palotes y enseñar de coro a los muchachos la doctrina cristiana.
La escuela estaba situada en la calle Ancha, en una casa que entonces era propiedad del Estado y que hoy pertenece a la familia Montesinos.
Contra la costumbre general de los dómines de aquellos tiempos, don Faustino hacía poco uso del látigo, al que había él bautizado con el nombre de San Simón Garabatillo. Teníalo más bien como signo de autoridad que como instrumento de castigo, Y era preciso que fuese muy grave la falta cometida por un escolar para que el maestro le aplicase un par de azoticos, de esos que ni sacan sangre ni levantan roncha.
El 28 de octubre de 1826, día de San Simón y Tudas por más señas, celebróse con grandes festejos en las principales ciudades del Perú. Las autoridades habían andado empeñosas y mandaron oficialmente que el pueblo se alegrase. Bolívar estaba entonces en todo su apogeo, aunque sus planes de vitalicia empezaban ya a eliminarle el afecto de los buenos peruanos.
Solo en Lampa no se hizo manifestación alguna de regocijo. Fue ése para los lampeños día de trabajo, como otro cualquiera del año, y los muchachos asistie­ron, como de costumbre, a la escuela.
Era va más de mediodía cuando don Faustino man­dó cerrar la puerta de la calle, dirigióse con los alum­nos al corral de la casa, los hizo poner en línea, y lla­mando a dos robustos indios que para su servicio tenía, les mandó que cargasen a los niños. Desde el primero hasta el último, todos sufrieron una docena de latiga­zos, a calzón quitado, aplicados por mano de maestro.
La gritería fue como para ensordecer, y hubo llanto general para una hora.
Cuando llegó el instante de cerrar la escuela y de enviar los chicos a casa de sus padres, les dijo don Faustino:
-¡Cuenta, pícaros godos, con que vayan a contar lo que ha pasado! Al primero que descubra yo que ha ido con el chisme lo tundo vivo.
-¿Si se habrá vuelto loco su merced? -preguntaban los muchachos; pero no contaron a sus familias lo su­cedido, si bien el escozor de los ramalazos los traía aliquebrados.
¿Qué mala mosca había picado al ina gister, que de suvo era manso de eenio, para repartir tan furiosa azotaina? Ya lo sabremos.
Al siguiente día presentáronse los chicos en la es­cuela no sin recelar que se repitiese la función. Por fin, den Faustino hizo la señal de que iba a hablar.
-Hijos míos -les dijo, estoy seguro de que todavía se acuerdan del rigor con que los traté aver, contra mi costumbre. Tranquilícense, que estas cosas solo las hago yo una vez al año. Y saben ustedes por qué? Con franqueza, hijos, digan si lo saben.
-No, señor maestro -contestaron en coro los mu­chachos.
-Pues han de saber ustedes que ayer fue el santo del libertador de la patria, y no teniendo yo otra ma­nera de festejarlo y de que lo festejen ustédes, ya que los lampeños han sido tan desagradecidos con el que los hizo gentes, he recurrido al chicote. Así, mientras ustedes vivan, tendrán grabado en la memoria el re­cuerdo del día de San Simón. Ahora, a estudiar su lección y ¡viva la patria!
Y la verdad es que los pocos que aún existen de aquel centenar de muchachos se reúnen en Lampa el 28 de octubre y celebran una comilona, en la cual se brinda por Bolívar, por don Faustino Guerra y por San Simón Garabatillo, el más milagroso de los santos en achaques de refrescar la memoria y calentar partes pósteras.

(1871)

0.072.3 anonimo (peru) - 056

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