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lunes, 8 de octubre de 2012

La magia salada

Desde tiempos inmemoriales la sal ha tenido un sentido mágico para el hombre. Y por buenas razones: da sabor a los condimentos, es básica para el ganado, conserva los alimentos y fue su único sistema de conser­vación antes del invento del frigorífico.
En el Pirineo fue artículo constante de contrabando durante muchas generaciones y hasta dio nombre a un paso importante hacia Francia, Salaróns. Cuando en la montaña aparece alguna fuente salada se considera mágica y por supuesto punto de reunión de toda clase de animales.
Hay un sentido profundo en el hecho de que una montañesa nunca devuelve la sal que le prestan; se devuelve todo: el pan, las cerillas, los ajos, todo, menos la sal porque traería desgracias a quien la prestó, y por tanto se tiene como una afrenta.
Las mujeres del Pirineo, antiguamente ponían sal en las costuras de las chaquetas que iban a llevar sus hijos y su marido, sin que ellos lo supieran para que no les sucediese nada malo.
También trae desgracias el pisar la sal y en cambio, el hecho de derramarla involuntariamente al volcarse un salero, así como el vino del porrón, trae consigo buena suerte.
Unidas con la sal circulan algunas leyendas por el Pirineo francés, una de ellas la de Salies-en-Béarn, que tiene curiosas resonancias bíblicas unidas a Sodoma y Gomorra y la mujer de Lot.
Podéis visitar, muy cerca, Mirail, Barou, Labour­delé y la Pounte: cuatro lagos salados como cuatro "mares Muertos". El mayor no tiene más de once hectá­reas de extensión y solamente de veinticinco a treinta metros de profundidad.
Y, naturalmente; tienen su leyenda.
Un mendigo harapiento y fatigado que vivía de la compasión de las gentes de los pueblecillos montañeses de la comarca llegó un día pidiendo limosna a Salies-en-Béarn. Pero sus vecinos tenían el corazón endurecido, además de muy pocos recursos porque el año había sido muy malo en cosechas y el ganado no había medrado.
El pordiosero recorrió todo el pueblo, de casa en casa, y de todas fue despedido sin la más mínima ayuda. Hacía mucho frío y se contentaba con un mendrugo de pan y un rinconcico en la cuadra para pasar la noche a cubierto. Pero nada.
Solamente al final, en la última casa del pueblo, la del Boucau fue acogido y tratado con cierto cariño. Allí le dieron un plato de sopas y pudo pasar la noche en un banco de la cocina,arrebujado en su astrosa manta, pero cerca del rescoldo del hogar.
Pero antes de llegar a esa casa, fue motivo de burla continua por parte de mujeres que incluso azuzaban los perros contra él para perderlo de vista pronto. En la casa contigua a la que le recibió vivía una madre con dos hijas, las tres costureras y bien acomodadas, y ellas fueron las que más se burlaron del pobre hombre.
A la mañana siguiente, cuando el mendigo iba a continuar su camino hacia Arancou, ahí estaban esas desgraciadas de nuevo a la puerta de su casa, metiéndose con él y llenándolo de oprobios. El hombre, aunque de carácter dulce, maldiciendo el egoísmo de sus habitantes salió del pueblo condenán-dolo en nombre de Dios.
A las costureras aún les advirtió:
-"Por si acaso, no volváis la cabeza porque vais a escuchar un ruido ensordecedor".
Ellas se mofaron de él y miraron descaradamente al pueblo de los lagos.
Un horrible rumor, cada vez más violendo, se levantó del vientre de la tierra y ellas se convirtieron en estatuas de sal. Las aguas que brotaron del suelo se tragaron el pueblo, llegando justamente hasta la última casa, la de Boucau, donde había pasado el mendigo la noche. Esa fue la única que respetaron.
Dicen los montañeses de la redolada que cuentan la leyenda, que ese mendigo era el mismo Dios que había llegado el día de la fiesta del pueblo para ejecutar su justicia con los hombres.
La casa de Boucau existe todavía. El pueblo fue re­construído años más tarde junto a los lagos salados.
Cuentan también que hace un centenar de años se alzaba allí un menhir que remataba en dos puntas. La gente afirmaba que representaba a la madre y las hijas costureras castigadas por Dios. Y hasta en la roca se veía grabada, la marca de las tijeras.
Ya no existe el menhir que llamaban "de Cazes-Major" pues un labrador lo aprovechó para ha­cerse un rodillo de apisonar la era.

Leyenda del pirineo [1]
0.120. anonimo (francia)




[1] La leyenda "Magies lacustres du sel" está recogida por Alain Bernard y publicada en "Mystéres et secrets du Béarn". Pau, 1985. Traducida y adaptada por el autor.

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