Cierta vez, Perurimá se sintió aburrido. Para
entretenerse se puso a trenzar un lazo con el que pu e era lo que iba a enlazar
allí, donde no habían ni toros amontados, ni ariscas vacas guampudas, ni
novillos ligeros como la luz y bravos como fieras, a los cuales echarles un
pial de cruzada, para librar de su furia a quienes sorprendían desprevenidos.
En eso estaba cuando oyó una voz que le decía:
-¿Y yo? ¿Dónde vas a encontrar unos cuernos como los
míos?
Era Mandinga, que echando fuego por boca y narices,
se le apareció de improviso. Perurimá comprendió que se estaba burlando de él,
-cosa que nunca se lo había consentido a nadie- y como era de "pocas
pulgas", sacó su cuchillo y cortó el lazo en varios pedazos. A cada uno de
ellos convirtió el diablo en una serpiente venenosa. No le quedaban a Perurimá
en la mano sino la argolla y la
yapa. Tuvo entonces la feliz inspiración de hacer con los
dedos la señal de la cruz, a lo cual el diablo dio un salto tremendo,
desapareciendo bajo tierra entre una humareda y dejando tras de sí un fuerte
olor a azufre. Oyó entonces Perurimá que otra voz, seguramente la de un ángel,
le decía: "No te aflija el haber perdido el lazo, pues te has reservado lo
mejor de él. Con la argolla matarás a las serpientes, en que sus trozos se han
convertido, mientras que la yapa se transformará en una víbora que devorará a
las demás. Fue así como nació la Ñuazó.
037 anonimo (guarani)
[1 El nombre
guaraní de ñuazó se descompone así: ñu, campo; a, contracción de ari, sobre; y
zó, apócope de izó, gusano: gusano de sobre el campo, por la rapidez con que
sobre él se desliza.
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