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sábado, 18 de agosto de 2012

La alegría de vivir

La alegría es la sal que sazona la vida, la llave de oro que abre todos los corazones. Al revés de la tristeza, la alegría es comunicativa. Es lo que en las flores el perfume; si no lo poseyeran, perderían la mitad de su encanto. El optimismo es la lima que suprime las aristas agresivas que a menudo nos oponen las cosas, la piel de gamuza que deja pulida y brillante su superficie. Como la fuerza disimulada bajo la gracia es doblemente eficaz, la voluntad logra más fácilmente lo que se propone si la acompañan la alegría y el buen humor. Aun en el trance de la muerte, ¿por que no volver el rostro hacia la vida, y despedirnos de ella sin acritud? ¿No sería la forma de expresarle nuestro agradecimiento por todo lo bueno que nos dio? Terminare estas disgresiones con un cuento a propósito, de los muchos que se atribuyen a Perurimá. Cansado de sus bromas y jugarretas, y de las quejas que con tal motivo le hacían llegar los vecinos, fue condenado a muerte por el Cacique. Perurimá no se inmutó. Solicitó como gracia se le permitiera elegir el árbol en que debía ser ahorcado. Pero transcurrieron días y días sin que lo hallara. El Cacique le fijó entonces un término perentorio de horas para hacerlo. Al poco rato regresó con el semblante iluminado por una sonrisa. Y entre el empiringotado personaje y el humilde vasallo, se entabló el siguiente diálogo:
-¿Encontraste por fin el árbol?
-Sí, Mburubichá (Jefe).
-¿En dónde está?
-En el patio de mi casa.
-En los alrededores de tu casa, que no pasa de ser un miserable tapií (choza), jamás he visto un árbol.
-Y sin embargo, se cuentan por cientos.
-Te estás burlando de mí y vas a pagarlo con una muerte inmediata.
Es que se trata de un tipichatá [1].
Tras la sorpresa que le produjo tal respuesta, comprado por el humor de que aun en el trance de perder la vida hacía gala Perurimá, no tan sólo le levantó la pena sino que lo sentó a comer en su mesa. En cuanto a los vecinos, el Cacique, que como buen gobernante, de todo sabía sacar partido, les ordenó que arrancaran cuantos tipichatás existieran en el pueblo -con lo que ganaría su limpieza-, a fin de que Perurimá no pudiera recurrir a ellos en el caso de que volviera a ser condenado, y solicitara y obtuviera la gracia de elegir nuevamente el árbol del que lo ahorcaran.

037 anonimo (guarani)



[1]El tipichatá, conocido vulgarmente con el nombre de escobadura, es una planta pequeña, de forma arborecente, común en Corrientes.

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