Dicen que los caminos de Dios son misteriosos. A
Narciso esos caminos lo condujeron a Augsburgo y allí se instaló.
El primer día rentó una habitación en una posada y
pasó varias horas acondicionándola, para poder realizar en ella sus estudios,
sus lecturas de los textos sagrados y rezar sus oraciones; pero, cuando casi ya
estaba todo listo, sintió, de pronto, un frío extraño.
Narciso se volvió y se encontró cara a cara con el
mismo Diablo, que estaba de pie en medio de la oscuridad que lo rodeaba, donde
sólo se destacaba su rostro abominable.
El hombre de fe lo observó por unos instantes y de
inmediato comenzó a rezar para sacarlo de allí. Pero el Diablo le dijo:
-Entrégame un alma. Entrégame el alma de alguien a
quien sólo yo pueda matar.
-¡Vade retro, Satanás! -le respondió Narciso con
énfasis.
-No me iré hasta que me des un alma. Éste es el precio
por tu estadía en este lugar.
De pronto la iluminación divina irradió la mente del
devoto Narciso. Y le preguntó:
-¿Tomarás el alma de quien yo mencione?
El Diablo, envuelto en un halo de oscuridad, sonrió
con sus ojos infernales y contestó:
-Así lo haré.
-¿Cómo puedo creerte? ¿Cómo puedo estar seguro? No
eres más que un imitador de Dios, un vil mentiroso.
El Diablo pareció entonces enfurecerse de una manera
increíble. Sus ojos despedían chispas y la oscuridad que lo envolvía pareció
crecer.
-Yo prometo cumplir con mi palabra. Mataré a quien
menciones y tomaré su alma para mí.
-¿Sea quien sea? -siguió inquiriendo Narciso para
estar completamente seguro.
-Sí, sea quien sea.
Narciso sabía que si él mencionaba el nombre de una
persona para que el Diablo la matase y arrebatara su alma, no sólo caería el
alma de esa persona sino también la suya propia por haber propiciado que el
Diablo se la llevara. También era consciente de que el Diablo sabía esto. Pero
Narciso había sido tocado por la iluminación divina y tenía fe en Dios.
Finalmente el hombre de fe habló:
-En los Alpes, en una de sus cimas, existe una
vertiente de agua fresca. Los hombres han tallado una fuente a su alrededor
para que sea más fácil beber de ella. Allí refrescan su garganta los peregrinos
y toda persona que atraviesa tan imponentes montañas.
El Diablo escuchaba pacientemente. Narciso continuó:
-Ahora bien, hace algún tiempo que nadie puede beber
de esa agua porque la fuente es custodiada por un terrible dragón negro, de
cuerpo escamado y cuernos en su cabeza, que ataca a todo aquel que se acerque.
Lo mata inundando su cuerpo del aliento venenoso que mana de su boca y de sus
fosas nasales.
El silencio se hizo tangible por unos segundos y
cuando el Diablo se estaba por impacientar Narciso habló:
-Quiero que tomes el alma del dragón.
El Diablo lanzó un alarido de furia que resonó en la
habitación haciéndola temblar, pero Narciso siguió firme en su decisión y
permaneció delante del Maligno ungido por la fe.
-Yo puse ese dragón allí para socavar la fe de los
humanos -dijo el Diablo enardecido por la ira.
Narciso había recibido ese mensaje del cielo, aunque
también había escuchado a varios peregrinos quejarse de la bestia que custodiaba
esa fuente.
-¡Cumple con tu palabra! -lo conminó Narciso con la
autoridad de Dios.
El Diablo miró con odio a Narciso y desapareció sin
dejar rastro, como si nunca hubiera aparecido.
Pero cumplió con su palabra: al poco tiempo Narciso se
enteró de que "el horrible dragón de la fuente" había entrado súbitamente
en combustión "como engullido por unas llamas espantosas que parecían
venir del averno".
Y entonces Narciso, en silencio, le dio gracias al
Señor. Y no sólo por haber liberado la fuente, sino también por haberlo eximido
a él del pecado de complicidad con el Diablo.
0.176.3 anonimo (cristiano) - 016
No hay comentarios:
Publicar un comentario