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jueves, 25 de abril de 2013

La fuente de la dulzura


Esta es una historia de amor. Sucede entre una chica que salía todas las tardes a disfrutar del aire fresco en su balcón, y Yunus, su enamoradísimo vecino. Yunus pasaba horas enteras en Babia, disfrutan­do de cada pequeño movimiento, cada reflejo de sol en los ojos de la chica que le quitaba el sueño. Por supuesto, la chica sabía que Yunus estaba ahí, y de hecho también estaba enamo­rada en secreto, pero su sueño era que un día él se acercara a sus padres y pidiera su mano.
Pasaron las tardes y los meses, hasta que finalmente Yu­nus tomó el coraje necesario y se dirigió hacia su vecino, el padre de la chica.
-La paz sea contigo, querido vecino. Tengo algo que decirte.
-Que la paz sea contigo, amigo. Dime qué necesitas.
-Verás. De un tiempo a esta parte creo que me he enamo­rado de tu hija.
-¡Alabado sea Dios! ¡Me alegra tanto oír eso! -contestó el hombre con sincera alegría. Creo que de todos modos hay algo que deberías saber.
-¿Ella no me ama? -dijo Yunus, espantado.
-¡No, no! Estoy seguro de que sí. El problema es otro.
-¿Cuál es el problema, querido vecino? Dímelo de una vez, por favor.
-Mi hija tiene muy mal carácter.
-¿Ése es el problema?
-Sí. Pero no estamos hablando de un poco de mal carác­ter, estamos hablando de un serio problema de actitud. Es casi imposible hablar con ella sin que te insulte o te grite al­guna maldición.
-¡Caramba! -dijo Yunus un tanto preocupado. ¿Y crees que eso tendrá solución si la trato con el cariño y el respeto que se merece?
-No lo creo así. Tengo la impresión de que existe una so­la forma de arreglarlo.
-¿Y cuál es esa forma?, si puedo preguntar...
-Debes ir hasta la fuente de la dulzura robar tres gotas y colocarlas en una pequeña botella encantada en la que só­lo entren éstas. luego tu futura esposa deberá beberlas, y su carácter será mucho más tranquilo y agradable. Debes pre­guntarle a la anciana que pide limosna en las escaleras de la mezquita. Ella sabe dónde puedes encontrar la fuente. Aunque en realidad, no sé si vale la pena que te tomes tan­tas molestias por una mujer.
-Querido vecino, estoy muy enamorado de tu hija. Haré cualquier cosa con tal de estar con ella.
Y sin decir más, partió en busca de la fuente. Primero compró una botella tan pequeña como para que entraran tan sólo tres gotas, y luego se encontró con la anciana en las escaleras de la mezquita.
-¿Dónde está la fuente de la dulzura? -le preguntó, mientras dejaba una moneda en su mano.
-Debes caminar siete días hacia el este y siete días hacia el sur. Ahí encontrarás el río. Crúzalo y llegarás al país en el que vive un gigante. Pregúntale. Él te dirá lo que quieres saber.
Yunus viajó tal como se lo había indicado la anciana, y al llegar al río se encontró con el hombre de la barca que ayu­daba a cruzarlo.
-¿Sabes dónde vive el gigante? -le preguntó Yunus.
-En esa dirección -contestó el hombre de la barca, tiene una cueva entre los montañas. Pero trata de ser muy educa­do cuando le hables, ya que es capaz de aplastarte con sus puños.
Yunus caminó tanto que llegó agotado. Se tiró a descan­sar sobre unas rocas y se quedó dormido. Al despertar, se dio cuenta de que el lugar donde se había recostado era la palma de la mano del gigante.
-¡Vaya, vaya! ¡Pero si es un pequeño mortal en la palma de mi mano! ¿Qué es lo que quieres?
-Noble gigante, que la paz sea contigo -dijo Yunus, muy educado. He venido a preguntarte dónde puedo hallar la fuente de la dulzura. Tan sólo necesito tres gotas para curar el mal carácter de la chica de la que estoy enamorado.
-¡Ja, ja, ja! ¡Ésa es una buena razón para buscar la fuente! -rió el gigante, de buena gana. Si no me hubieras hablado tan bien, te hubiera aplastado con mi dedo meñique. Pero te dirigiste a mí con respeto, y por eso voy a darte lo que ne­cesitas. Aquí, dentro de mi cueva, hay un pasaje secreto custodiado por un dragón de tres cabezas. Debes decir: "En nombre de Sulimán, hijo de David, ¡déjame pasar!". Y el dragón te dejará acercarte a la fuente.
Yunus se aproximó a la cueva bajo la atenta mirada del gigante y se adentró por el pasaje secreto. Le temblaban las piernas, y para darse ánimos, recordaba el reflejo del sol en los ojos de su hermosa vecina.
Al final del pasaje, un dragón de tres cabezas lanzaba fuego por su nariz y olfateaba el aire, dándose cuenta de que alguien se estaba acercando.
-¡En nombre de Sulimán, hijo de David, déjame pasar! Al oír estas palabras, el dragón se hizo a un lado y lo dejó pasar.
Tras caminar un largo rato, Yunus encontró, al fin, la fuen­te de agua. Sentada junto a ella, una hermosa hada recogía agua con una jarra.
-Que la paz sea contigo, mortal -le dijo el hada con voz dulce. Acércate, yo llenaré la botella para ti.
El hada llenó la botella y se la entregó. Antes de que Yu­nus pudiera besar sus manos en agradecimiento, el hada desapareció.
Llegó hasta la puerta de entrada, cansado como nunca, y le mostró al gigante su pequeña botella.
-¡Muy bien, muy bien! ¡Ja, ja, ja! ¡Pero ahora no puedes irte!
-¿Cómo? -gritó Yunus.
-Has venido, has tomado lo que necesitas, y ahora debes pagar. Trabajarás para mí durante todo un año, y cuando termines, enton-ces sí podrás partir.
Yunus pensó que no tenía sentido discutirle a un gigan­te que podía aplastarlo con la yema de un dedo, así que aceptó las condiciones y trabajó duramente para el gigante durante todo un año. Ordeñaba las cabras, preparaba la comida, limpiaba las sábanas y la ropa, y lavaba los pla­tos todos los días. Al terminar el año, el gigante estaba tan contento que le regaló una bolsa de oro y lo despidió con los mejores augurios.
Cuando el vecino lo vio llegar, le dijo:
-¡Mi querido amigo! ¿Qué te había pasado? ¡Estábamos tan preocupados por ti!
Yunus le contó todo lo que había sucedido, y le entregó la botella con las tres gotas de la fuente de la dulzura. Co­mo no quería perder más tiempo, fue hasta su casa y se vistió de fiesta. Esa misma noche sería la boda.
Tras la ceremonia, Yunus quitó el velo del rostro de su espo­sa y vio que era aún más hermosa de lo que él había soñado.
-Querida esposa, cuántas maravillas que hay en este mundo, Dios sea bendito -dijo Yunus, con una gran sonrisa. Si yo no hubiera ido a buscar aquellas gotas a la fuente de la dulzura, quién sabe dónde estaríamos esta noche.
-¿Qué gotas? -preguntó su esposa.
-Las que hicieron que tu voz suene tan dulce como ahora.
-No sé a qué te refieres. Mi voz ha sido siempre así.
-¡Pero tu padre me dijo que tu carácter era tan malo, que sólo tres gotas de la fuente de la dulzura podían calmarlo!
La hermosa muchacha comenzó a reír. A pesar de que era hermoso para Yunus verla así, quiso saber qué era lo que le causaba tanta gracia.
-¡No era yo la que tenía mal carácter -le dijo, sino mi querida madre! Mi padre estaba atormentado por sus insul­tos y maltratos. Alguien le contó acerca de las gotas, y él decidió que quien fuera a pedir mi mano se encargaría pri­mero de encontrarlas. De esa forma mi madre se curaría y mi padre se salvaría de ir a la tumba demasiado pronto.
Entonces él rió también, y agradeció que al menos ahora tendría una suegra de buen carácter. Yunus y su esposa fueron tan felices juntos, que nunca jamás tuvieron ni un solo choque de palabras.

Fuente: Azarmedia-Costard - 020

0.182.3 anonimo (arabia) - 020

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