Cuenta esta leyenda que cientos y cientos de años
atrás, existía un terrible dragón que tenía su morada al pie de unas colinas
llamadas Wawel, en el país que hoy se conoce con el nombre de Polonia.
La horrible bestia tenía sumida a toda la región en el
terror y en la más honda de las penas, pues no sólo devoraba ganado en grandes
cantidades, sino también a hombres, mujeres y niños.
Muchos fueron los caballeros que trataron de matarlo.
La gente, al ver pasar a estos valientes, los saludaba desde las ventanas y
les arrojaba flores. Ellos avanzaban enhiestos en sus brillantes armaduras y
sus relucientes corceles. Pero ninguno de estos caballeros regresaba, pues el
dragón los mataba a todos. Uno por uno, sin tregua y sin compasión.
Algunos temerarios y también algunos curiosos
acompañaban a estos valerosos hombres cuando partían rumbo a la batalla contra
la horrenda bestia, pero antes de que los contendientes se encontraran frente
a frente, los acompañantes se bajaban de sus caballos y, apostándose en un
lugar seguro, eran testigos de lo que allí ocurría.
Hubo ocasiones en que, antes de que los caballeros
hubieran desenfundado sus espadas, el dragón los barrió con su aliento de fuego
calcinándolos de tal forma que hasta fundió sus armaduras.
Advertidos de esto, otros caballeros, más rápidos y
fuertes aún que los anteriores, cargaron contra el dragón con sus largas lanzas,
pero éstas terminaron partiéndose contra las duras escamas negras que recubrían
el cuerpo del poderoso monstruo.
Ante tantos intentos fallidos en la empresa de
aniquilar a esa maldita bestia de los infiernos, el rey se desesperó, pues ya
llevaba perdidos a muchos de sus más fuertes y valientes caballeros. Hizo uso,
entonces, de la última esperanza que le quedaba y mandó a los heraldos a
difundir una noticia a los cuatro vientos, que decía textualmente:
Aquel que
mate al dragón se casará
con la Princesa , mi hija.
Firmado: Vuestro Rey
Algunos dicen que cientos, otros dicen que miles. Lo
cierto es que muchísimos caballeros llegaron a las tierras del rey y se presentaron
ante él. Cada uno de ellos se declaraba como el caballero que vencería al
poderoso dragón, y luego partía con el corazón y el ánimo dispuestos y su
penacho al viento, mientras el sol brillaba sobre su armadura y las armas se
iban envalentonando con cada galope del caballo y con el entrechocar de
metales. Pero ninguno de esos hombres regresaba con vida.
El rey se sumió en la pena y la princesa en una
angustia infinita, pues no sólo nunca se casaría, sino que el reino quedaría
completamente devastado en poco tiempo, si alguien no detenía al dragón.
Krak era un joven zapatero que vivía en el reino. Era
inteligente, muy trabajador y soltero. A medida que iban pasando los días, iba
pergeñando distintas formas de destruir al dragón, pero su madre lo
desalentaba.
-¿Cómo harás tú para vencer allí donde los más
valientes caballeros han fallado?
Krak sabía que su madre tenía razón y que él no debía
realizar ninguna locura, pero cuando se enteró de que el rey entregaría la
mano de su hermosa hija a aquel que lograra matar al dragón, enseguida se le
ocurrió una manera eficaz de hacerlo.
-Madre, prepara la torta más grande y más dulce que
jamás liayas hecho, pues con ella mataré al dragón.
-¡Hijo mío, no hagas una locura, no quiero perderte!
-No me perderás. ¡Será el dragón quien pierda la vida!
-Hijo, quédate en casa trabajando, no cometas una
imprudencia.
-Madre, el dragón devora gente y pronto no habrá nadie
a quien remendarle los zapatos.
La madre hizo lo que el hijo le había pedido y preparó
un gran pastel cubierto de azúcar y caramelo. La vieja mujer había usado iodo
el contenido de su despensa para prepararlo.
(Ahora bien, en este momento de la leyenda hay dos
versiones sobre el contenido del pastel: algunos dicen que el muchacho colocó
sulfuro en su interior, y otros dicen que ahuecó el pastel y lo llenó de cal
viva.)
Lo importante, sin embargo, es consignar aquí que el
joven muchacho llegó con el pastel muy cerca de la morada del dragón. Allí vio
que un árbol crecía con una rama retorcida y sobre ésta colocó el pastel, que
por fuera tenía una apariencia y un aroma cxquisitos, pero cuyo contenido era
letal.
El dragón, que siempre tenía un hambre insaciable,
pronto sintió el aroma tentador de tan apetecible comida y salió ávidamente en
su busca. Al llegar al árbol la engulló de un solo boca(lo, con rama y todo.
El sulfuro (o la cal viva) comenzó a producir su
efecto en el interior del estómago del dragón, que corrió hasta las aguas del
río Vístula y allí sumergió la cabeza para sorber todo el agua que pudiera de
una sola vez.
Pero cuando el agua le llegó al estómago, la reacción
se produjo. Y la enorme bestia, que según cuenta la leyenda había trilplicado
su tamaño a raíz de los numerosos caballeros que había devorado, explotó con un
gran estruendo.
El rey, al tomar conocimiento de la muerte de la
bestia, se puso muy contento y se sintió inmensamente feliz, pues no sólo se
acababan de liberar del dragón, sino que también él, por su parte, entregaría
en matrimonio su querida hija a un empeñoso, astuto e inteligente muchacho.
Mucho tiempo después y tras la muerte del viejo rey,
el príncipe consorte Krak fue elegido monarca de Polonia.
Todavía hoy
se recuerda esta leyenda, y en honor a aquel gran zapatero, su capital fue
bautizada con el nombre de Cracovia.[1]
0.125.3 anonimo (polonia) - 016
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